Q&A: 29-08-2021 (11522)
La pereza y la indolencia no son el fruto que debe llevar el árbol cristiano.—Manuscrito 24, 1894. CN 114.3
La indolencia es una gran maldición. Dios ha bendecido a los seres humanos con nervios, órganos y músculos; y no deben permitir que se deterioren a causa de la inacción, sino que deben fortalecerlos y mantenerlos saludables mediante el ejercicio. No tener nada que hacer es una gran desgracia, porque el ocio siempre ha sido y siempre será una maldición para la familia humana.—Manuscrito 60, 1894. CN 114.4
Niños, nunca seáis mayordomos infieles en el hogar. Nunca esquivéis vuestro deber. El trabajo apropiado forma músculos y tendones firmes. Al fomentar la prosperidad del hogar, aportaréis las mayores bendiciones para vosotros mismos.—Manuscrito 117, 1899. CN 114.5
¿Por qué trabajar antes de jugar? Mi madre me enseñó a trabajar. Acostumbraba a preguntarle: “¿Por qué siempre debo trabajar tanto antes de jugar?” “Es para educar y enseñar tu mente para el trabajo útil, y otra cosa más, para mantenerte alejada de las travesuras; y cuando seas grande me agradecerás por ello”. Cuando una de mis nenas [una nieta] me dijo: “¿Por qué debo tejer? Las abuelas tejen”, yo le repliqué: “¿Quieres decirme cómo aprendieron a tejer las abuelas?” “Bien, comenzaron cuando eran niñitas”.—Manuscrito 19, 1887. CN 114.6
El valor de un programa diario—Hasta donde sea posible, conviene considerar lo que debe realizarse en todo el día. Anotad los diferentes deberes que debéis realizar, y destinad un cierto tiempo para cumplir cada uno de ellos. Haced todo con minuciosidad, pulcritud y prontitud. Si os toca hacer el trabajo del dormitorio, procurad que las habitaciones estén bien aireadas y que la ropa de cama sea asoleada. Asignaos cierto número de minutos para cumplir el trabajo y no os detengáis a leer diarios o libros sino que decid: “No, tengo solamente cierto número de minutos para hacer mi trabajo, y debo realizarlo en el tiempo que me he propuesto”. . . . CN 115.1
Los que por naturaleza tienen movimientos lentos, procuren ser activos, rápidos y enérgicos, recordando las palabras del apóstol: “En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor”. CN 115.2
Si os toca preparar las comidas, haced cálculos cuidadosos, y asignaos todo el tiempo que sea necesario para preparar los alimentos; y poned la mesa en forma ordenada y a la hora exacta. Tener la comida lista cinco minutos antes de la hora que os habéis fijado, es mejor que tenerla lista cinco minutos después. Pero si vuestros movimientos son lentos y tardos, si vuestros hábitos tienden a la pereza, haréis que resulte muy largo un trabajo que es corto. Los que son lentos tienen el deber de reformarse y de ser más expeditivos. Si quieren, pueden vencer sus hábitos de lentitud. En la tarea de lavar los platos deben ser cuidadosos y al mismo tiempo trabajar rápidamente. Ejercitad la voluntad para alcanzar esta finalidad, y las manos se moverán rápidamente.—The Youth’s Instructor, 7 de septiembre de 1893.