Q&A: 27-06-2021 (8814)

junio 27, 2021. 7:20 am | Publicado en Q&A
Pregunta Anónimo:
¿Dios puede enviar algunos de Sus hijos a que se pongan la vacuna para hacer alguna obra especial? ¿Qué se puede hacer con los vacunados por ignorancia y/o terquedad y luego se arrepienten?
Respuesta:

La Biblia nos dice que cuando tomáremos algo de muerte, no por nuestra voluntad, seremos protegidos, tal como Pablo recibió el veneno mortal y ese no tuvo efecto. Podemos confiar que Dios nos protegerá de la misma manera, a los fieles.

La iglesia invisible que todavía estará en el mundo hasta el fuerte pregón, es probable que reciba la vacuna, por lo menos algunos, pero DIOS tiene poder para proteger, como tiene poder para curar y sabemos que en el fuerte pregón se harán milagros de sanación.

Pero ir a ponerse la vacuna sin que DIOS lo haya permitido, es presunción y tal persona no recibirá protección Divina.

2 Crónicas 16:12

“Se me ha dejado saber que todo aquello que atente contra nuestra naturaleza humana según El Eterno nos la ha otorgado ha rechazado ser parte del pueblo de Dios. Usar un receptor convirtiendo la maquinaria viviente en un objeto de manipulación al antojo humano desde su exterior es planificación maligna que los entendidos no cederán a esto por elección propia.

Esta ha sido una prueba de fe para muchos que como el pueblo de Israel en el desierto no pasaron y murieron en el camino pudiendo haber entrado a la tierra prometida. La presunción ha rebasado límites entre el pueblo que dice haber conocido a Su Dios y creyendo a hombres han maldecido su vida entrando en el desagrado divino. El temor y la intimidación en esta prueba sencilla ante lo que nos espera ha hecho a muchos doblegar sus rodillas ante Baal y el cielo ha tomado revisión de esto. No somos dueños de nuestras vidas aunque creamos que lo somos, de lo único que somos dueños es del libre albedrío porque así El Eterno lo dispuso y seremos juzgados en cómo lo usamos. He sido instruida a decir que el que hizo caso omiso o no indagó en la verdadera situación actual y solo actuó por temor, presión o impulso ha entrado en el desagrado divino y solo este caso es del individuo con Dios, y El Eterno dictaminara Su sentencia”

Capítulo 8—La apostasía nacional

Desde la muerte de Jeroboam hasta el momento en que Elías compareció ante Acab, el pueblo de Israel sufrió una constante decadencia espiritual. Gobernada la nación por hombres que no temían a Jehová y que alentaban extrañas formas de culto, la mayor parte de ese pueblo fué olvidando rápidamente su deber de servir al Dios vivo, y adoptó muchas de las prácticas idólatras. PR 80.1

Nadab, hijo de Jeroboam, ocupó el trono de Israel tan sólo durante algunos meses. Su carrera dedicada al mal quedó repentinamente tronchada por una conspiración encabezada por Baasa, uno de sus generales, para alcanzar el dominio. Mataron a Nadab, con toda la parentela que podría haberle sucedido, “conforme a la palabra de Jehová que él habló por su siervo Ahías Silonita; por los pecados de Jeroboam que él había cometido, y con los cuales hizo pecar a Israel.” 1 Reyes 15:29, 30. PR 80.2

Así pereció la casa de Jeroboam. El culto idólatra introducido por él atrajo sobre los culpables ofensores los juicios retributivos del Cielo; y sin embargo los gobernantes que siguieron: Baasa, Ela, Zimri y Omri, durante un plazo de casi cuarenta años, continuaron en la misma mala conducta fatal. PR 80.3

Durante la mayor parte de este tiempo de apostasía en Israel, Asa gobernaba en el reino de Judá. Durante muchos años “hizo Asa lo bueno y lo recto en los ojos de Jehová su Dios. Porque quitó los altares del culto ajeno, y los altos; quebró las imágenes, y taló los bosques; y mandó a Judá que buscasen a Jehová el Dios de sus padres, y pusiesen por obra la ley y sus mandamientos. Quitó asimismo de todas las ciudades de Judá los altos y las imágenes, y estuvo el reino quieto delante de él.” 2 Crónicas 14:2-5. PR 80.4

La fe de Asa se vió muy probada cuando “Zera Etíope con un ejército de mil millares, y trescientos carros” (2 Crónicas 14:9) invadió su reino. En esa crisis, Asa no confió en las “ciudades fuertes” que había construído en Judá, con muros dotados de “torres, puertas, y barras,” ni en los “hombres diestros.” Vers. 6-8. El rey confiaba en Jehová de los ejércitos, en cuyo nombre Israel había obtenido en tiempos pasados maravillosas liberaciones. Mientras disponía a sus fuerzas en orden de batalla, solicitó la ayuda de Dios. PR 81.1

Los ejércitos oponentes se hallaban frente a frente. Era un momento de prueba para los que servían al Señor. ¿Habían confesado todo pecado? ¿Tenían los hombres de Judá plena confianza en que el poder de Dios podía librarlos? En esto pensaban los caudillos. Desde todo punto de vista humano, el gran ejército de Egipto habría de arrasar cuanto se le opusiera. Pero en tiempo de paz, Asa no se había dedicado a las diversiones y al placer, sino que se había preparado para cualquier emergencia. Tenía un ejército adiestrado para el conflicto. Se había esforzado por inducir a su pueblo a hacer la paz con Dios, y llegado el momento, su fe en Aquel en quien confiaba no vaciló, aun cuando tenía menos soldados que el enemigo. PR 81.2

Habiendo buscado al Señor en los días de prosperidad, el rey podía confiar en él en el día de la adversidad. Sus peticiones demostraron que no desconocía el poder admirable de Dios. Dijo en su oración: “Jehová, no tienes tú más con el grande que con el que ninguna fuerza tiene, para dar ayuda. Ayúdanos, oh Jehová Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos, y en tu nombre venimos contra este ejército. Oh Jehová, tú eres nuestro Dios: no prevalezca contra ti el hombre.” Vers. 11. PR 81.3

La de Asa es una oración que bien puede elevar todo creyente cristiano. Estamos empeñados en una guerra, no contra carne ni sangre, sino contra principados y potestades, y contra malicias espirituales en lo alto. En el conflicto de la vida, debemos hacer frente a los agentes malos que se han desplegado contra la justicia. Nuestra esperanza no se concentra en el hombre, sino en el Dios vivo. Con la plena seguridad de la fe, podemos contar con que él unirá su omnipotencia a los esfuerzos de los instrumentos humanos, para gloria de su nombre. Revestidos de la armadura de su justicia, podemos obtener la victoria contra todo enemigo. PR 81.4

La fe del rey Asa quedó señaladamente recompensada. “Y Jehová deshizo los Etíopes delante de Asa y delante de Judá; y huyeron los Etíopes. Y Asa, y el pueblo que con él estaba, los siguió hasta Gerar: y cayeron los Etíopes hasta no quedar en ellos aliento; porque fueron deshechos delante de Jehová y de su ejército.” Vers. 12, 13. PR 82.1

Mientras los victoriosos ejércitos de Judá y Benjamín regresaban a Jerusalén, “fué el espíritu de Dios sobre Azarías hijo de Obed; y salió al encuentro a Asa, y díjole: Oídme, Asa, y todo Judá y Benjamín: Jehová es con vosotros, si vosotros fuereis con él: y si le buscareis, será hallado de vosotros; mas si le dejareis, él también os dejará.” “Esforzaos empero vosotros, y no desfallezcan vuestras manos; que salario hay para vuestra obra.” 2 Crónicas 15:1, 2, 7. PR 82.2

Muy alentado por estas palabras, Asa no tardó en iniciar una segunda reforma en Judá. “Quitó las abominaciones de toda la tierra de Judá y de Benjamín, y de las ciudades que él había tomado en el monte de Ephraim; y reparó el altar de Jehová que estaba delante del pórtico de Jehová. PR 82.3

“Después hizo juntar a todo Judá y Benjamín, y con ellos los extranjeros de Ephraim, y de Manasés, y de Simeón: porque muchos de Israel se habían pasado a él, viendo que Jehová su Dios era con él. Juntáronse pues en Jerusalem en el mes tercero del año décimoquinto del reinado de Asa. Y en aquel mismo día sacrificaron a Jehová, de los despojos que habían traído, setecientos bueyes y siete mil ovejas. Y entraron en concierto de que buscarían a Jehová el Dios de sus padres, de todo su corazón y de toda su alma... Y fué hallado de ellos; y dióles Jehová reposo de todas partes.” Vers. 8-12, 15. PR 82.4

Los largos anales de un servicio fiel prestado por Asa quedaron manchados por algunos errores cometidos en ocasiones en que no puso toda su confianza en Dios. Cuando, en cierta ocasión, el rey de Israel invadió el reino de Judá y se apoderó de Rama, ciudad fortificada situada a tan sólo ocho kilómetros de Jerusalén, Asa procuró su liberación mediante una alianza con Ben-adad, rey de Siria. Esta falta de confianza en Dios solo en un momento de necesidad fué reprendida severamente por el profeta Hanani, quien se presentó delante de Asa con este mensaje: PR 83.1

“Por cuanto te has apoyado en el rey de Siria, y no te apoyaste en Jehová tu Dios, por eso el ejército del rey de Siria ha escapado de tus manos. Los Etíopes y los Libios, ¿no eran un ejército numerosísimo, con carros y muy mucha gente de a caballo? con todo, porque te apoyaste en Jehová, él los entregó en tus manos. Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para corroborar a los que tienen corazón perfecto para con él. Locamente has hecho en esto; porque de aquí adelante habrá guerra contra ti.” 2 Crónicas 16:7-9. PR 83.2

En vez de humillarse delante de Dios por haber cometido este error, “enojado Asa contra el vidente, echólo en la casa de la cárcel, porque fué en extremo conmovido a causa de esto. Y oprimió Asa en aquel tiempo algunos del pueblo.” Vers. 10. PR 83.3

“El año treinta y nueve de su reinado enfermó Asa de los pies para arriba, y en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos.” Vers. 12. El rey murió el cuadragésimo primer año de su reinado y le sucedió Josafat, su hijo. PR 83.4

Algunos dirán: “¿Cómo podemos hacer esto? Existe la posibilidad de que los que no tienen principios y son intrigantes se aprovechen de nosotros”. Recordad que un discípulo debe hacer la voluntad de su maestro. No debemos razonar acerca de los resultados; porque entonces siempre estaríamos ocupados y en incertidumbre. Debemos tomar nuestra posición reconociendo plenamente el poder y la autoridad de la Palabra de Dios, sea que esté de acuerdo con nuestras opiniones preconcebidas o no. Tenemos un libro guía perfecto. El Señor nos ha hablado; y sean cuales fueren las consecuencias, debemos recibir su Palabra y practicarla en la vida diaria; de lo contrario, estaremos escogiendo nuestra propia versión del deber y haciendo exactamente lo contrario de lo que nuestro Padre celestial ha planeado que hagamos.

No nos pertenecemos a nosotros mismos para hacer lo que nos plazca. Somos llamados a ser representantes de Cristo. Fuimos comprados por precio. Como hijos e hijas elegidos de Dios, hemos de ser hijos obedientes, que actúen de acuerdo con los principios de su carácter como están revelados por medio de su Hijo. . MM 337.3-MM 338.1

Mensajes Selecto tomo 2, Capítulo 3

Los seres humanos se han acarreado diversas enfermedades a causa de sus malos hábitos. No se han preocupado por aprender a vivir en forma saludable, y su transgresión de las leyes que gobiernan el organismo ha producido un estado de cosas deplorable. Los hombres y las mujeres pocas veces han atribuido su sufrimiento a la causa verdadera: su propia conducta equivocada. Han sido intemperantes en la comida y han convertido el apetito en un dios. En todos sus hábitos han manifestado descuido con respecto a la salud y la vida; y cuando han enfermado, como resultado de ello, han culpado a Dios, cuando su propia conducta equivocada es la que ha producido el resultado inevitable. Cuando se ven en apuros mandan llamar al médico y confían sus cuerpos a sus manos esperando que él los sane. Este les da drogas, medicamentos cuya naturaleza ellos desconocen, y en su confianza ciega ingieren cualquier cosa que el médico les proporcione. En esta forma a menudo se les administran venenos poderosos que coartan los benéficos esfuerzos de la naturaleza por remediar el abuso a que ha sido sometido el organismo, y como resultado el paciente pierde la vida. 2MS 506.1

La madre que se siente levemente indispuesta, y que podría recuperarse absteniéndose de alimento y descansando del trabajo durante un corto período, en lugar de eso envía a buscar al médico. Y él, que debería estar preparado para impartir unos pocos consejos sencillos, para establecer restricciones en el régimen y para ponerla en el camino debido, es demasiado ignorante como para hacerlo o está demasiado ansioso por cobrar sus honorarios. 2MS 506.2

Hace que el caso parezca grave y administra sus venenos, los que él mismo no se aventuraría a tomar si estuviera enfermo. Como el paciente empeora, se le administran drogas venenosas en más abundancia, hasta que la naturaleza es vencida en sus esfuerzos, deja de luchar y la madre muere. Su muerte se ha debido al exceso de drogas recibidas. Su organismo fue envenenado más allá de toda posibilidad de recuperación. Fue asesinada. Los vecinos y los parientes se admiran de los incomprensibles designios de la Providencia, que se lleva a una madre cuando precisamente es más útil, en un momento cuando los hijos tanto necesitan sus cuidados. Cometen una injusticia con nuestro Padre celestial bueno y sabio cuando arrojan sobre él el peso de este dolor humano. El cielo quería que esa madre viviera, y su muerte prematura deshonró a Dios. Los malos hábitos de la madre y su desatención de las leyes que gobernaban su ser fueron los que la enfermaron. Y los remedios de moda del médico, introducidos en el organismo, pusieron fin a su existencia y dejaron a una familia desvalida, agobiada y sin madre. 2MS 506.3

Las drogas prescriptas por el médico no siempre producen este resultado. Los enfermos que toman esas drogas venenosas parecen recuperar la salud. Algunos tienen suficiente fuerza vital de la que la naturaleza puede echar mano como para expulsar el veneno del organismo a fin de que el enfermo se recupere tras un período de descanso. Pero no debe darse crédito a las drogas ingeridas, porque su único efecto consistió en estorbar los esfuerzos de la naturaleza. Todo el crédito hay que darlo al poder de restauración de la naturaleza. 2MS 507.1

Aunque el enfermo se recupere, el poderoso esfuerzo realizado por la naturaleza a fin de vencer el efecto del veneno perjudicó la constitución y acortó la vida del paciente. Hay muchos que no mueren debido a la influencia de las drogas, pero hay muchísimos que quedan convertidos en ruinas inútiles, en seres que sufren sin esperanza, melancólicos y miserables, que son una carga para sí mismos y para la sociedad. 2MS 507.2

Si los que toman esas drogas fuesen los únicos que sufren, entonces el mal no sería tan grande. Pero los padres no sólo pecan contra ellos mismos al tomar drogas venenosas, sino que también pecan contra sus hijos. Su sangre viciada, el veneno distribuido en todo el organismo, la constitución quebrantada y diversas enfermedades, como resultado de las drogas venenosas, son transmitidos a sus descendientes, y éstos los reciben como una herencia desdichada; todo esto constituye otra gran causa de la degeneración de la humanidad. 2MS 507.3

Los médicos, al administrar sus drogas venenosas, han contribuido mucho a desmejorar el valor físico, mental y moral de la humanidad. Dondequiera que vayáis encontraréis deformidad, enfermedad e imbecilidad; y estos males, en muchísimos casos, pueden atribuirse directamente a las drogas venenosas administradas por la mano del médico para curar alguna enfermedad. El así llamado remedio ha sometido al paciente a un grave sufrimiento, y con esto ha resultado peor que la enfermedad contra la cual se tomó la droga. Todos los que posean una capacidad mental común deben comprender cuáles son las necesidades de su organismo. La filosofía de la salud debería constituir un importante tema de estudio para nuestros hijos. Es indispensable que se comprenda el organismo humano, porque entonces los hombres y las mujeres inteligentes pueden ser sus propios médicos. Si los hombres y mujeres razonaran de causa a efecto y prestaran atención a la luz que brilla sobre ellos, seguirían una conducta que les aseguraría la salud, y la mortalidad sería mucho menor. Pero están muy dispuestos a permanecer sumidos en una ignorancia inexcusable y a confiar su cuerpo a los médicos en vez de asumir ellos mismos la responsabilidad que les corresponde. 2MS 507.4

Me fueron presentadas varias ilustraciones acerca de este importante tema. La primera consistió en una familia integrada por el padre y una hija. La hija estaba enferma, y el padre en su gran preocupación llamó a un médico. Mientras conducía al médico a la habitación de la enferma, el padre manifestó una gran ansiedad. El médico examinó a la enferma y habló muy poco. Ambos se retiraron de la habitación de la paciente. El padre le informó al médico que había tenido que sepultar a su esposa, a un hijo y a una hija, y que esa hija era lo único que le quedaba de la familia. Preguntó ansiosamente al médico si el caso de su hija era desesperado. 2MS 508.1

El médico hizo averiguaciones acerca de la naturaleza y la duración de la enfermedad de la que habían muerto los demás miembros de la familia. El padre refirió quejumbrosamente los dolorosos hechos relacionados con la enfermedad de sus seres amados. “Mi hijo primero tuvo fiebre. Llamé a un médico. Este afirmó que podía administrar medicamentos que pronto suprimirían la fiebre. Le dio una medicina poderosa, pero quedó descontento por sus efectos. La fiebre disminuyó, pero mi hijo quedó en un estado gravísimo. Se le administró nuevamente la misma medicina sin que ésta produjera ninguna mejoría. El médico recurrió entonces a medicamentos aún más poderosos, pero mi hijo no obtuvo alivio alguno. Aunque la fiebre desapareció, él no se restableció. Desmejoró rápidamente y murió. 2MS 508.2

“La muerte de mi hijo, tan repentina e inesperada, nos afligió muchísimo a todos pero especialmente a su madre. Sus cuidados y la ansiedad experimentada durante la enfermedad del hijo, y la aflicción ocasionada por su muerte repentina, fueron demasiado para su sistema nervioso, de modo que mi esposa pronto cayó enferma. Quedé desconforme con el procedimiento de ese médico. Perdí confianza en su habilidad y no lo llamé por segunda vez. Llamé a otro para que atendiera a mi esposa enferma. Este segundo médico le dio una dosis abundante de opio; afirmó que eso aliviaría sus dolores, tranquilizaría sus nervios y le daría el descanso que tanto necesitaba. El opio la hundió en un estado de estupor. Se quedó dormida y nada pudo despertarla de ese estupor mortal. Su pulso y su corazón algunas veces latían violentamente y luego se debilitaban cada vez más hasta que dejó de respirar. Así fue como murió sin dar siquiera una mirada a su familia. Esta segunda muerte pareció más de lo que podíamos soportar. Todos nos afligimos muchísimo, pero yo quedé tan angustiado que no podía ser consolado. 2MS 508.3

“Luego enfermó mi hija. La aflicción, la ansiedad y la vigilia habían minado su resistencia de modo que sus fuerzas decayeron, y ella enfermó. Yo había perdido la confianza en esos dos médicos. Me recomendaron a otro médico que había tenido éxito en el tratamiento de los enfermos. Y aunque vivía lejos decidí obtener sus servicios. 2MS 509.1

“Este tercer médico dijo que comprendía el caso de mi hija. Afirmó que estaba muy debilitada, que su sistema nervioso se hallaba perturbado y que tenía una fiebre que podía ser controlada, pero que se requería tiempo para restablecerla de su estado de debilidad. Manifestó que tenía perfecta confianza en su capacidad para restablecerla. Le administró un poderoso medicamento para combatir la fiebre. Pero cuando desapareció la fiebre, el caso tomó características alarmantes y se tornó más complicado. Cuando los síntomas cambiaron, le dio otros medicamentos que consideró más adecuados. Mientras estaba bajo la influencia de los nuevos medicamentos pareció revivir por un tiempo, lo que halagó nuestra esperanza en su recuperación; pero esto hizo que nuestro chasco fuera más amargo cuando su estado empeoró. 2MS 509.2

“El último recurso del médico fue el calomelanos. Por un tiempo pareció estar entre la vida y la muerte. Cayó en un estado convulsivo. Cuando cesaron sus espasmos, comprendimos el doloroso hecho de que sus facultades mentales se habían debilitado. Comenzó a mejorar lentamente, aunque seguía sufriendo mucho. Sus miembros quedaron inválidos por el poderoso efecto del veneno que había ingerido. Vivió unos pocos años como una pobre enferma inválida, y finalmente murió en medio de gran sufrimiento”. 2MS 509.3

Cuando el padre concluyó su triste relato, miró con ojos implorantes al médico y le rogó que salvara a su última hija. El rostro del médico revelaba tristeza y ansiedad, pero no recetó nada. Se levantó para retirarse y dijo que volvería al día siguiente. 2MS 510.1

A continuación se me presentó otra escena. Me vi en la habitación de una mujer de unos treinta años de edad. Un médico se hallaba junto a ella, y decía que su sistema nervioso estaba perturbado, que su sangre era impura y que circulaba perezosamente, y que su estómago estaba frío e inactivo. Dijo que le administraría remedios activos que pronto mejorarían su condición. Le dio un polvo de un frasco en el que aparecía escrito “Nuez vómica”. Observé para ver el efecto que esto tendría sobre la paciente. Al parecer obró favorablemente. Su estado pareció mejorar. Se animó y hasta pareció contenta y activa. 2MS 510.2

Luego se llamó mi atención a otro caso. Fui llevada a un dormitorio de uno que padecía de fiebre elevada. Un médico estaba junto a su lecho y tenía una porción de medicamento tomado de un frasco sobre el que aparecía escrito “Calomelanos”. Le administró este veneno químico, y al parecer ocurrió un cambio, pero no fue favorable. 2MS 510.3

Se me presentó un caso más. Se trataba de una mujer que parecía experimentar mucho dolor. Un médico estaba junto a la cama de la paciente y le administraba un medicamento que había tomado de un frasco en el que aparecía escrito “Opio”. Al principio pareció que esta droga afectaba su mente. La mujer habló en forma extraña, pero finalmente se tranquilizó y se durmió. 2MS 510.4

Luego se atrajo mi atención al primer caso, al del padre que había perdido a la esposa y a dos hijos. El médico estaba en la habitación de la enferma, junto a la afligida hija. El facultativo volvió a salir del dormitorio sin prescribir ningún medicamento. El padre, cuando se encontró solo con el médico, parecía profundamente conmovido, y preguntó con impaciencia: “¿Ud. no se propone hacer nada? ¿Dejará que muera mi única hija?” El médico dijo: 2MS 510.5

“He escuchado el triste relato de la muerte de su amada esposa y de sus dos hijos, y Ud. mismo me ha dicho que los tres murieron mientras estaban bajo el cuidado de los médicos, mientras se hallaban bajo la acción de los medicamentos prescriptos y administrados por sus manos. Los remedios no salvaron a sus seres amados, y yo declaro como médico que ninguno de ellos debería haber muerto. Pudieron haberse restablecido si no se les hubiese administrado en forma abusiva drogas que debilitaron la naturaleza y que finalmente la aniquilaron”. Luego le dijo firmemente al agitado padre: “No puedo administrar medicamentos a su hija. Tan sólo procuraré ayudar a la naturaleza en sus esfuerzos por quitar toda obstrucción, y luego dejaré que la naturaleza recobre las exhaustas energías del organismo”. Luego le dio al padre unas pocas instrucciones y le indicó que las siguiera estrictamente. 2MS 510.6

“Mantenga a la paciente libre de toda excitación y de toda influencia deprimente. Las personas que la asisten deberían estar gozosas y manifestar esperanza. Su dieta debe ser sencilla y debe dársele abundante agua para que beba. Hay que bañarla frecuentemente en agua pura y luego hay que friccionarla. Déjese que la luz y el aire entren abundantemente en su habitación. Debe disfrutar de un reposo tranquilo, sin que nadie la perturbe”. 2MS 511.1

El padre leyó lentamente la prescripción, y se admiró por las instrucciones sencillas que contenía. Pareció dudar que esos recursos tan sencillos pudieran producir bien alguno. El facultativo dijo: 2MS 511.2

“Ud. ha tenido confianza suficiente en mi habilidad como para colocar la vida de su hija en mis manos. No retire su confianza. Visitaré diariamente a su hija, y lo instruiré acerca de la forma en que debe tratarla. Siga confiadamente mis instrucciones, porque confío presentársela dentro de pocas semanas en un estado de salud mucho más favorable, si es que no está completamente restablecida”. 2MS 511.3

El padre parecía estar triste y en duda, pero aceptó la decisión del médico. Temía que su hija muriera si no recibía medicamentos. 2MS 511.4

Volvió a presentárseme el segundo caso. La paciente pareció mejorar bajo la influencia de la nuez vómica. Estaba sentada, bien arrebozada con un chal y se quejaba de tener frío. El aire de la habitación era impuro. Estaba calentado y había perdido su vitalidad. Habían tapado casi todas las aberturas por donde podía entrar aire puro, para proteger a la enferma de una dolorosa sensación de frío que experimentaba en la región posterior del cuello y a lo largo de la columna vertebral. Cuando la puerta quedaba abierta, ella parecía nerviosa y afligida, y rogaba que la cerraran porque sentía frío. No podía soportar ni la menor corriente de aire de la puerta o de las ventanas. Una persona que poseía conocimientos estaba junto a ella mirándola compasivamente. Dijo a los presentes: 2MS 511.5

“Este es el segundo resultado de la nuez vómica. Actúa especialmente sobre los nervios, y afecta todo el sistema nervioso. Durante un tiempo se intensificará la acción sobre los nervios. Pero a medida que disminuya la fuerza de esta droga, sobrevendrán el frío y la postración. En la misma medida en que excita y anima, posteriormente ejerce un resultado depresor y entumecedor”. 2MS 512.1

Volvió a presentárseme el tercer caso. Se trataba del joven a quien se le había administrado calomelanos. Sufría enormemente. Tenía los labios oscuros e hinchados, y las encías inflamadas. Tenía la lengua gruesa y tumefacta, y la saliva le corría de la boca en gran cantidad. La misma persona que poseía conocimientos lo miró tristemente y dijo: 2MS 512.2

“Esta es la influencia de los preparados a base de mercurio. Este joven posee aún suficiente energía nerviosa como para comenzar a luchar contra esta droga venenosa, para tratar de expulsarla de su organismo. Muchos no tienen fuerzas vitales suficientes como para entrar en acción; la naturaleza es vencida y deja de luchar, y la víctima muere”. 2MS 512.3

Me fue presentado el cuarto caso: el de la mujer a quien se había administrado opio. Despertó de su sueño muy deprimida. Tenía la mente perturbada. Estaba impaciente e irritable, y censuraba a sus mejores amigos, porque pensaba que éstos no hacían nada por aliviar sus sufrimientos. Se puso frenética y disparataba como una maníaca. La misma persona a quien se aludió anteriormente, la miró con tristeza y dijo a los presentes: 2MS 512.4

“Este es el segundo resultado de la ingestión de opio”. Llamaron a su médico. Este le administró una dosis mayor de opio, que apaciguó sus delirios, pero la puso muy habladora y alegre. Estaba en paz con todos los que la rodeaban, y manifestaba mucho cariño hacia sus amigos y sus parientes. Pronto se puso soñolienta y cayó en un estado estuporoso. La persona mencionada antes dijo solemnemente: 2MS 512.5

“El estado de su salud no es mejor ahora que cuando estaba en su delirio frenético. Ha empeorado definidamente. Esta droga venenosa, el opio, alivia el dolor en forma momentánea, pero no suprime su causa. Tan sólo pone el cerebro en un estado de estupor y lo hace incapaz de recibir las impresiones de los nervios. Mientras el cerebro está en esta condición insensible, el oído, el gusto y la vista quedan afectados. Cuando cesa la influencia del opio y el cerebro se recupera de su estado de parálisis, los nervios, cuya comunicación con el cerebro había sido interrumpida, transmiten en forma más intensa que nunca los dolores del organismo debido al mal trato que el organismo ha experimentado al recibir el veneno. Toda droga adicional que se dé al paciente, ya sea opio o algún otro veneno, complicará el caso y tornará más difícil el restablecimiento del paciente. Las drogas estupefacientes que se administran, no importa cuáles sean, perturban el sistema nervioso. Un mal que era sencillo al comienzo, de índole tal que la naturaleza habría podido remediar si se la hubiese dejado sola, se ha tornado diez veces más grave a causa de las drogas venenosas que han sido introducidas en el organismo, lo cual constituye una enfermedad destructiva en sí misma; y con todo eso las fuerzas vitales restantes han sido forzadas a una acción extraordinaria para luchar contra la droga intrusa y vencerla”. 2MS 512.6

Nuevamente fui llevada a la habitación del primer caso, el del padre y su hija. La hija estaba sentada junto a su padre, gozosa y feliz, con el brillo de la salud en el rostro. El padre la contemplaba con feliz satisfacción, y su rostro revelaba la gratitud de su corazón porque se le había devuelto a su hija. El médico entró, y después de conversar brevemente con el padre y la hija, se levantó para retirarse. Se dirigió al padre en los siguientes términos: 2MS 513.1

“Le devuelvo a su hija en plena salud. No le administré medicamentos que habrían podido quebrantar su constitución. Los medicamentos no habrían sido capaces de devolverle la salud. Los medicamentos trastornan la delicada maquinaria de la naturaleza, quebrantan la constitución y matan; pero nunca curan. Sólo la naturaleza posee el poder de restaurar. Únicamente ella puede reconstituir sus energías exhaustas y reparar los perjuicios que ha recibido por desatención de las leyes que la gobiernan”. 2MS 513.2

Luego preguntó al padre si estaba satisfecho con ese método de tratamiento. El feliz padre manifestó su sincera gratitud y su completa satisfacción, diciendo: 2MS 513.3

“He aprendido una lección que no olvidaré. Fue dolorosa, pero su valor es inapreciable. Ahora estoy convencido de que mi esposa y mis hijos no deberían haber muerto. Sus vidas fueron sacrificadas, mientras estaban en manos de los médicos, a causa de sus drogas venenosas”. 2MS 513.4

Luego vi el segundo caso, el de la paciente a quien le habían administrado nuez vómica. Estaba siendo sostenida por dos asistentes mientras la conducían de su silla a la cama. Casi había perdido el uso de los miembros. Los nervios espinales estaban parcialmente paralizados, y las piernas habían perdido la capacidad de soportar el peso de una persona. Tosía penosamente y respiraba con dificultad. La acostaron, y no tardó en perder la facultad de oír y de ver; permaneció durante un tiempo en esta condición y luego murió. La persona mencionada anteriormente miró con tristeza el cuerpo inanimado, y dijo a los presentes: 2MS 513.5

“Sed testigos de la acción lenta pero segura de la nuez vómica sobre el organismo humano. Cuando se la administró, la energía nerviosa fue excitada a una acción extraordinaria a fin de hacer frente a esta droga venenosa. Esta excitación adicional fue seguida por un estado de postración, y el resultado final ha sido la parálisis de los nervios. Esta droga no ejerce el mismo resultado sobre todos. Algunas personas que tienen constituciones fuertes son capaces de recuperarse de los abusos a que puedan someter su organismo. En cambio otras personas que no son tan resistentes, que poseen constituciones debilitadas, nunca se han recuperado después de haber recibido una sola dosis, y hasta pueden morir únicamente a causa del efecto que ejerce una sola porción de este veneno. Sus efectos siempre tienden a la muerte. La condición en que se encuentra el organismo cuando recibe estos venenos, es la que determina si el paciente vivirá o no. La nuez vómica puede lisiar y paralizar, y destruir la salud para siempre, pero nunca cura”. 2MS 514.1

Volvió a presentárseme el tercer caso, el del joven a quien se le había administrado calomelanos. Sufría lastimosamente. Tenía las piernas tullidas y estaba muy deformado. Dijo que sus sufrimientos eran insoportables y que la vida constituía para él una gran carga. La persona a quien he mencionado repetidamente lo miró con tristeza y compasión, y dijo: 2MS 514.2

“Este es el efecto de los calomelanos. Atormentan el organismo mientras quede en él una sola partícula. Siguen activos, sin perder sus propiedades, durante su larga permanencia en el organismo. Inflaman las articulaciones y con frecuencia corrompen los huesos. Su acción se manifiesta frecuentemente en forma de tumores, úlceras y cánceres, años después de haber sido introducidos en el organismo”. 2MS 514.3

Nuevamente se me presentó el cuarto caso: el de la mujer a quien se le había administrado opio. Tenía el rostro cetrino, v sus ojos estaban inquietos y vidriosos. Sus manos se agitaban como si estuviesen afectadas de parálisis, y parecía estar muy excitada porque pensaba que todos los presentes se habían confabulado contra ella. Tenía la mente arruinada por completo y deliraba lastimosamente. Llamaron al médico y éste al parecer no se conmovió por el terrible cuadro. Le administró a la enferma una dosis más poderosa de opio, y declaró que eso lo arreglaría todo. Su delirio no cesó hasta que quedó completamente intoxicada. Entonces cayó en un estupor semejante a la muerte. La persona mencionada la miró y dijo tristemente: 2MS 514.4

“Sus días están contados. Los esfuerzos realizados por la naturaleza han sido vencidos tantas veces por este veneno, que las fuerzas vitales se hallan exhaustas por habérselas inducido repetidamente a una acción forzada para librar al organismo de esta droga venenosa. Los esfuerzos de la naturaleza están por cesar, y entonces terminará la vida de sufrimiento de la enferma”. 2MS 515.1

La ingestión de drogas ha producido más muertes que todas las demás causas combinadas. Si hubiera en el país un médico en lugar de miles de ellos, se evitaría una gran cantidad de muertes prematuras. Una multitud de médicos y de drogas han maldecido a los habitantes del mundo, y han llevado a miles y a decenas de miles prematuramente a la tumba. 2MS 515.2

El comer con demasiada frecuencia y en mucha cantidad recarga los órganos digestivos y afiebra el organismo. La sangre se torna impura y luego ocurren diversas enfermedades. Se envía a buscar al médico, quien prescribe alguna droga que proporciona un alivio momentáneo, pero que no cura la enfermedad. Puede cambiar la forma de la afección, pero el verdadero mal aumenta diez veces en intensidad. La naturaleza estaba haciendo lo mejor posible por librar al organismo de una cantidad de impurezas que se habían acumulado, y si se la hubiese dejado librada a sí misma, y se la hubiese ayudado con las bendiciones sencillas provistas por el cielo, tales como el aire puro y el agua limpia, se habría producido una curación rápida y segura. 2MS 515.3

Las personas aquejadas por la enfermedad pueden hacer por ellas mismas lo que otros no pueden hacer. Deberían comenzar por aliviar la naturaleza de la carga que le han impuesto. Deberían suprimir la causa. Deberían ayunar durante un corto tiempo y dar al estómago la oportunidad de descansar. Deberían reducir el estado febril del organismo mediante la cuidadosa y bien realizada aplicación de agua. Estos esfuerzos ayudarán a la naturaleza en su lucha por librar al organismo de impurezas. Pero generalmente las personas que sufren de dolor se tornan impacientes. No están dispuestas a ser abnegadas y a sufrir un poco a causa del hambre. Tampoco están dispuestas a esperar el lento proceso de la naturaleza que se lleva a cabo para reconstituir las recargadas energías del organismo. Pero están decididas a obtener alivio de inmediato, de modo que ingieren drogas poderosas prescriptas por los médicos. La naturaleza estaba haciendo bien su trabajo, y habría triunfado, pero mientras cumplía su tarea se introdujo en ella una sustancia de naturaleza venenosa. ¡Qué error! Ahora la naturaleza que se ha sometido a abusos tiene que combatir dos males en lugar de uno. Abandona la tarea en que estaba empeñada y se dedica resueltamente a expulsar al intruso que acaba de introducirse en el organismo. La naturaleza siente esta doble carga que pesa sobre sus recursos, y se debilita. 2MS 515.4

Las drogas nunca curan la enfermedad. Únicamente cambian su forma y su localización. Sólo la naturaleza es el restaurador eficaz, y podría llevar a cabo su tarea en forma mucho mejor si se la dejara librada a sí misma. Pero pocas veces se le concede este privilegio. Si la naturaleza estropeada soporta la carga y finalmente cumple en gran medida la doble tarea, y el paciente vive, el médico es el que recibe el crédito. Pero si la naturaleza fracasa en su esfuerzo por expulsar el veneno del organismo, y si el paciente muere, se dice que eso se debe a las inescrutables disposiciones de la Providencia. Si el paciente hubiera tomado a tiempo las medicinas necesarias para aliviar la naturaleza recargada, y si hubiera utilizado con inteligencia el agua pura, habría podido evitar la ingestión de drogas mortíferas. El uso del agua puede ser de poco valor si el paciente no experimenta la necesidad de vigilar estrictamente su alimentación. 2MS 516.1

Muchas personas viven violando las leyes de la salud, e ignoran la relación que existe entre sus hábitos de comida, bebida y trabajo, y la salud. No comprenden cuál es su verdadera condición hasta que la naturaleza protesta contra los abusos a que se la somete, provocando dolores en el organismo. Si tan sólo en ese momento los pacientes comenzasen a obrar bien y si utilizasen los recursos sencillos que han descuidado: el uso de agua y el régimen de alimentación debido, la naturaleza tendría justamente la ayuda que necesita y que debería haber tenido mucho tiempo antes. Si se adoptan estas medidas, por lo general el paciente se restablecerá sin debilitarse. 2MS 516.2

Cuando se introducen drogas en el organismo, por un tiempo parecerá que éstas tienen un efecto beneficioso. Puede ocurrir un cambio, pero no se curará la enfermedad. Se manifestará en alguna otra forma. Los esfuerzos realizados por la naturaleza para expulsar la droga del organismo, provocan algunas veces un sufrimiento intenso al enfermo. Puede ser que esto haga desaparecer la enfermedad contra la cual se administró la droga, pero sólo para volver a aparecer en una forma nueva, tal como enfermedad de la piel, úlceras, dolor en las articulaciones, y algunas veces en una forma más peligrosa y mortífera. El hígado, el corazón y el cerebro a menudo son afectados por las drogas y con frecuencia todos esos órganos enferman, y las desafortunadas víctimas, si es que viven, quedan inválidas durante toda la vida, y arrastran con hastío una existencia desgraciada. ¡Oh, cuán elevado es el costo de las drogas venenosas! Aunque no cuesten la vida misma, su costo es demasiado alto. La naturaleza ha sido limitada en todos sus esfuerzos. Toda la maquinaria está descompuesta, y en un período futuro de la vida, cuando estos delicados órganos que han sido dañados deban llevar a cabo una parte más importante juntamente con las demás funciones de la maquinaria de la naturaleza, no podrán cumplir su labor prontamente y con eficacia, con lo que todo el sistema sufrirá por esa causa. Estos órganos que debían estar en una condición saludable, se hallan debilitados, y la sangre se torna impura. La naturaleza sigue luchando y el paciente sufre de diversas enfermedades, hasta que hay una repentina interrupción en sus esfuerzos, y sobreviene la muerte. Hay más personas que mueren por el uso de las drogas que todas las que tendrían que morir a causa de las enfermedades si se hubiera dejado que la naturaleza realizase su obra. 2MS 516.3

Muchas vidas han sido sacrificadas por los médicos que administran drogas para enfermedades desconocidas. No tienen un conocimiento real de la naturaleza exacta de la enfermedad que aflige al paciente. Sin embargo se espera que los médicos sepan en un momento qué deben hacer, y a menos que actúen de inmediato como si comprendieran perfectamente la enfermedad, son considerados como médicos incompetentes por sus amigos impacientes y por los enfermos. Por lo tanto, con el fin de satisfacer las opiniones equivocadas de los enfermos y de sus amigos, deben administrar medicamentos, realizar experimentos y efectuar pruebas, para curar al paciente de una enfermedad de la que no poseen ningún conocimiento real. La naturaleza es cargada con drogas venenosas que ella no puede expulsar del organismo. Los mismos médicos a menudo se convencen de que han utilizado medicamentos poderosos para una enfermedad que no existía, y la muerte ha sido el resultado. 2MS 517.1

Los médicos son dignos de censura, pero no son los únicos culpables. Los enfermos mismos, si fuesen pacientes, si se pusieran a dieta, si sufrieran un poco, y le dieran tiempo a la naturaleza para rehacerse, se restablecerían más pronto sin utilizar ninguna medicina. Únicamente la naturaleza posee facultades curativas. Las medicinas no tienen poder para curar, sino que por lo general estorbarán los esfuerzos de la naturaleza. Después de todo, es ella la que debe efectuar la obra de restablecimiento. Los enfermos tienen prisa por sanar y los amigos de los enfermos son impacientes. Quieren medicamentos, y si no experimentan en su organismo esa poderosa influencia que sus conceptos erróneos les inducen a pensar que deberían sentir, buscan con impaciencia otro médico. Ese cambio con frecuencia agrava el mal. Y vuelve a comenzar un sistema de curación tan peligroso como el primero, y más fatal, porque los dos tratamientos no concuerdan, y así el organismo queda envenenado más allá de toda esperanza de recuperación. 2MS 517.2

Pero muchas personas nunca han experimentado los efectos benéficos del agua, y temen utilizar una de las bendiciones más grandes del cielo. Se ha rehusado el agua a personas que sufrían de fiebre quemante por miedo a que les hiciese daño. Si en ese estado febril se les hubiese dado abundante agua para beber, y si se la hubiese aplicado externamente, se habrían evitado largos días y noches de sufrimiento, y se habrían salvado muchas vidas preciosas. Pero miles de personas han muerto por la fiebre consumidora, hasta que se agotó el combustible que las alimentaba, hasta que se consumieron las fuerzas vitales, y los pacientes murieron en la mayor agonía sin que se les permitiera beber agua para aliviar su sed abrasadora. El agua que se administra a un edificio insensible para apagar el fuego rugiente, le es negada a los seres humanos para apagar el fuego que consume sus fuerzas vitales. 2MS 518.1

Multitudes de personas permanecen en una ignorancia inexcusable acerca de los principios que rigen su organismo. Se preguntan por qué nuestra humanidad es tan débil, y por qué algunos mueren prematuramente. ¿No existe una causa? Los médicos que profesan comprender el organismo humano, prescriben para sus pacientes y aun para sus hijos amados y sus compañeras, venenos de acción lenta para que corten la enfermedad o para que curen indisposiciones leves. Por cierto que no comprenden el daño que estas cosas causan, ya que en ese caso no lo harían. Puede ser que los efectos de los venenos no se perciban inmediatamente, pero éstos inevitablemente realizan su obra en el organismo minando la constitución y estorbando la naturaleza en sus esfuerzos. Procuran corregir un mal pero producen uno peor que a menudo es incurable. Los que son tratados en esta forma están enfermos e ingiriendo medicamentos constantemente. Y sin embargo, si escucháis su conversación, les oiréis alabar con frecuencia las drogas que han estado empleando, y recomendarlas a otros, porque dicen haberse beneficiado con su uso. Para quienes razonen partiendo de las causas para llegar a los efectos, los padecimientos de que continuamente se quejan y la postración general de los que pretenden haber recibido beneficios, constituirían pruebas suficientes de los efectos destructores de la salud que esas drogas poseen. Y sin embargo muchas personas están enceguecidas de tal manera que no advierten que todas las drogas que han tomado no las han curado, sino que las han empeorado. Los inválidos a causa de las drogas abundan en el mundo, pero por lo general son rencillosos e irritables, están siempre enfermos, llevan una existencia miserable y parecen vivir para poner a prueba constantemente la paciencia de los demás. Las drogas venenosas no llegaron a matarlos porque la naturaleza se resiste a abandonar la vida. No está dispuesta a cesar en sus esfuerzos. Sin embargo, estos consumidores de drogas nunca están sanos. 2MS 518.2

La interminable variedad de medicina que hay en el mercado, los numerosos anuncios de nuevas drogas y mixturas, todas las que, según dicen, realizan curaciones maravillosas, matan a cientos por cada uno que benefician. Los que están enfermos no tienen paciencia. Están dispuestos a tomar diversos medicamentos, algunos de los cuales son muy poderosos, aunque no sepan nada de la naturaleza de estas mixturas. Todos los remedios que toman tienen como único efecto hacer que su restablecimiento sea más difícil. Sin embargo, siguen medicándose, y continúan empeorando hasta que mueren. Algunos desean tener medicamentos a todo trance. En ese caso dejadlos que ingieran esas mixturas perjudiciales y los diversos venenos mortales, bajo su propia responsabilidad. Los siervos de Dios no deberían administrar medicamentos que saben que perjudicarán el organismo, aunque alivien momentáneamente el sufrimiento.—How to Live 3:49-64. 2MS 519.1

El Colportor Evangélico pág 161

La obra de Dios ha de crecer a medida que el fin se acerca—A medida que el fin se acerca, la obra de Dios ha de crecer hasta alcanzar fuerza, pureza y santidad plenas. Los obreros han de estar llenos con amor a Dios y con amor por sus semejantes. Deben albergar principios de la más estricta integridad. Cuando se toque la tecla debida, Dios se revelará como un Dios de misericordia y amor. Los ángeles del cielo se acercarán a los miembros de iglesia que están sobre la Tierra para ayudarlos en su necesidad. Recordemos siempre que somos obreros juntamente con Dios. En esta unión celestial debemos llevar adelante la obra del Señor con integridad, con cánticos y regocijo. En todo ser se encenderá el fuego del celo santo. Grupo tras grupo de personas abandonará el estandarte tenebroso del adversario para venir en ayuda del Señor, para colaborar con él contra el poderoso enemigo.

Los obreros deben obtener una profunda experiencia—Los obreros de Dios deben tener una profunda experiencia. Si se rinden plenamente a él, él obrará poderosamente en favor de ellos. Implantará el estandarte de la verdad sobre las fortalezas que hasta entonces retenía Satanás, y con clamores de victoria tomarán posesión de ella. Ostentan las cicatrices de la batalla, pero reciben el mensaje consolador de que el Señor los guiará en su avance, venciendo y para vencer.

Cuando los siervos de Dios con celo consagrado cooperen con los instrumentos divinos, el estado de cosas que ahora existe en el mundo será cambiado, y pronto la Tierra recibirá con gozo a su Rey. Entonces "los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan a justicia a la multitud, como las estrellas, a perpetua eternidad".—The Review and Herald, 17 de septiembre de 1903. CE 160.4 - CE 161.2

Consejos sobre el régimen alimenticio Sección 17—El régimen alimenticio como remedio racional

Agentes medicamentosos de la naturaleza

450. Es importante familiarizarse con el beneficio de seguir una dieta especial en caso de enfermedad. Todos deben entender qué hacer en favor de sí mismos.—Manuscrito 86, 1897. CRA 355.1

451. Hay muchas maneras de practicar el arte de sanar; pero hay una sola que el cielo aprueba. Los remedios de Dios son los simples agentes de la naturaleza, que no recargarán ni debilitarán el organismo por la fuerza de sus propiedades. El aire puro y el agua, el aseo y la debida alimentación, la pureza en la vida y una firme confianza en Dios, son remedios por cuya falta millares están muriendo; sin embargo, estos remedios están pasando de moda porque su uso hábil requiere trabajo que la gente no aprecia. El aire puro, el ejercicio, el agua pura y un ambiente limpio y amable, están al alcance de todos con poco costo; mientras que las drogas son costosas, tanto en recursos como en el efecto que producen sobre el organismo.—Joyas de los Testimonios 2:142 (1885). CRA 355.2

452. El aire puro, el sol, la abstinencia, el descanso, el ejercicio, un régimen alimenticio conveniente, el agua y la confianza en el poder divino son los verdaderos remedios. Todos debieran conocer los agentes que la naturaleza provee como remedios, y saber aplicarlos. Es de suma importancia darse cuenta exacta de los principios implicados en el tratamiento de los enfermos, y recibir una instrucción práctica que le habilite a uno para hacer uso correcto de estos conocimientos. CRA 355.3

El empleo de los remedios naturales requiere más cuidados y esfuerzos de lo que muchos quieren prestar. El proceso natural de curación y reconstitución es gradual y les parece lento a los impacientes. El renunciar a la satisfacción dañina de los apetitos impone sacrificios. Pero al fin se verá que, si no se le pone trabas, la naturaleza desempeña su obra con acierto y los que perseveren en la obediencia a sus leyes encontrarán recompensa en la salud del cuerpo y del espíritu.—El Ministerio de Curación, 89 (1905). CRA 356.1

453. A menudo los médicos aconsejan a los inválidos que visiten otros países, que vayan a alguna fuente de agua mineral, y que atraviesen el océano para recuperar la salud; cuando, en nueve casos de cada diez, si comieran en forma temperante, e hicieran ejercicio saludable con un espíritu alegre, recuperarían la salud y ahorrarían tiempo y dinero. El ejercicio, y el uso libre y abundante de aire y luz de sol—bendiciones que el cielo nos ha concedido a todos nosotros—en muchos casos darían vida y fuerza a los macilentos inválidos.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 160 (1890).

¿Que se puede hacer con los vacunados por ignorancia y/o terquedad y luego se arrepienten?

Los ignorantes, el ejemplo lo vemos en el ladrón en la cruz arrepentido; y los tercos con el ladrón que aun sabiéndose culpable no se arrepintió sino que se mofo del Maestro en la cruz del Calvario.

Hay dos tipos de arrepentimiento, los que se arrepienten como Judas y los que se arrepienten como Pedro.

El que se arrepiente como Judas porque se dio cuenta que traicionó al Hijo De Dios por conveniencia y temía la consecuencia de este atroz acto, se desesperó y se ahorcó; éste solo pensaba no en la honra de Dios sino en sus propias consecuencias. Vemos a Pedro que reconoció su culpabilidad y fue a donde El Maestro, humillado y totalmente arrepentido reconociendo que su suficiencia propia lo llevó a caer; así también, hoy en día, el arrepentido puede ir a donde el Maestro que es poderoso para libertar de cualquier cosa, incluyendo la vacuna.