Q&A: 22-08-2021 (10017)
Primeros Escritos
El orden evangélico
El Señor ha mostrado que el orden evangélico ha sido temido y descuidado en demasía. Debe rehuirse el formalismo; pero al hacerlo, no se debe descuidar el orden. Hay orden en el cielo. Había orden en la iglesia cuando Cristo estaba en la tierra, y después de su partida el orden fue estrictamente observado entre sus apóstoles. Y ahora en estos postreros días, mientras Dios está llevando a sus hijos a la unidad de la fe, hay más necesidad real de orden que nunca antes; porque, a medida que Dios une a sus hijos, Satanás y sus malos ángeles están muy atareados para evitar esta unidad y para destruirla. A esto se debe que se envíen apresuradamente al campo hombres que carecen de sabiduría y juicio, que tal vez no rigen bien su propia casa, y no ejercen orden ni gobierno sobre los pocos de quienes Dios los ha encargado en su hogar; y sin embargo se creen capaces de encargarse de la grey. Hacen muchas decisiones equivocadas, y los que no conocen nuestra fe juzgan a todos los mensajeros asemejándolos con esos hombres que se enviaron a sí mismos. De esta manera la causa de Dios sufre oprobio, y la verdad es rehuída por muchos incrédulos que, de no ver tales circunstancias, manifestarían sinceridad y deseo de averiguar: ¿Son así las cosas? PE 97.1
Hombres cuya vida no es santa y que no están preparados para enseñar la verdad presente entran en el campo sin ser reconocidos por la iglesia o por los hermanos en general, y como resultado hay confusión y desunión. Algunos tienen una teoría de la verdad, y pueden presentar los argumentos que la favorecen, pero carecen de espiritualidad, de juicio y de experiencia; fracasan en muchas cosas que debieran comprender antes de poder enseñar la verdad. Otros no dominan los argumentos, pero debido a que unos pocos hermanos los oyen orar bien y dar una exhortación conmovedora de vez en cuando, se los insta a que entren en el campo, a fin de dedicarse a una obra para la cual Dios no los ha preparado y para la cual no tienen suficiente experiencia ni juicio. Manifiestan orgullo espiritual, o se ensalzan y actúan bajo el engañoso pensamiento de que son obreros. No se conocen a sí mismos. Carecen de juicio sano y paciente raciocinio, hablan con jactancia de sí mismos, y aseveran muchas cosas que no pueden probar por la Palabra. Dios sabe esto; y por lo tanto no llama a los tales a trabajar en estos tiempos peligrosos, y los hermanos deben tener cuidado, no sea que impulsen a entrar en el campo a quienes no fueron llamados por él. PE 97.2
Aquellos hombres a quienes Dios no llamó son generalmente los que manifiestan mayor confianza de que han sido llamados y que sus labores son muy importantes. Entran en el campo y no ejercen generalmente una buena influencia. Sin embargo, en algunos lugares tienen cierta medida de éxito, y esto los induce a ellos y a otros a pensar que han sido llamados seguramente por Dios. El hecho de que tengan cierto éxito no es una evidencia positiva de que hayan sido llamados por Dios; pues los ángeles de Dios están ahora influyendo en los corazones de sus hijos sinceros para iluminar su entendimiento en cuanto a la verdad presente, a fin de que la acepten y la vivan. Y aun cuando hombres que se enviaron a sí mismos se coloquen donde Dios no los puso y profesen ser maestros, y haya almas que acepten la verdad al oírlos hablar de ella, esto no es evidencia de que fueron llamados por Dios. Las almas que reciben la verdad por su intermedio serán luego sometidas a pruebas y servidumbre, porque descubrirán más tarde que estos hombres no andan conforme al consejo de Dios. Aun cuando hombres perversos hablen de la verdad, puede ser que algunos la reciban; pero esto no aumenta el favor de Dios hacia aquellos que hablaron. Los hombres que son impíos siguen siendo impíos, y su castigo será según el engaño que practicaron para con los amados de Dios, y según la confusión que introdujeron en la iglesia; sus pecados no permanecerán cubiertos, sino que serán expuestos en el día de la ira de Dios. PE 98.1
Estos mensajeros enviados por sí mismos son una maldición para la causa. Algunas almas sinceras cifran su confianza en ellos, pensando que actúan de acuerdo con el consejo de Dios y que están en unión con la iglesia; y más tarde les permiten administrar los ritos, y, al serles demostrado claramente que deben hacer sus primeras obras, se dejan bautizar por ellos. Pero cuando llega la luz, como ha de llegar seguramente, y comprenden que estos hombres no son lo que ellas creían que eran, a saber, mensajeros llamados y escogidos por Dios, quedan sumidas en pruebas y dudas en cuanto a la verdad que recibieron, y sienten que deben aprenderlo todo de nuevo. Las acosa la perplejidad y el enemigo las perturba acerca de toda su experiencia. Se preguntan si Dios las condujo o no, y no están satisfechas hasta que se las vuelva a bautizar y comiencen de nuevo. Para el ánimo de los mensajeros de Dios es más agobiador que entrar en campos nuevos el ir a lugares donde los que estuvieron antes ejercieron mala influencia. Los siervos de Dios tienen que actuar con sencillez y franqueza, y no encubrir el mal proceder; porque están entre los vivos y los muertos, y tendrán que dar cuenta de su fidelidad, de su misión y de la influencia que ejercen sobre la grey de la cual el Señor los hizo sobreveedores. PE 99.1
Los que reciben la verdad y son puestos en tales pruebas habrían recibido la verdad igualmente si esos hombres se hubiesen mantenido alejados, ocupando el lugar humilde que el Señor les designaba. El ojo de Dios velaba sobre sus joyas, y habría dirigido hacia ellas sus mensajeros llamados y escogidos, hombres que habrían obrado comprensivamente. La luz de la verdad habría brillado ante estas almas, les habría descubierto su verdadera posición, y ellas habrían recibido la verdad con el entendimiento y habrían sido satisfechas con su belleza y claridad. Y al sentir sus efectos poderosos, habrían sido fuertes y derramado una influencia santa. PE 99.2
Nuevamente me fué mostrado el peligro de aquellos que viajan sin que Dios los haya llamado. Si tienen algún éxito, se sentirá su falta de cualidades. Tomarán medidas carentes de juicio, y por la falta de sabiduría algunas almas preciosas serán alejadas hasta el punto de que ya nunca podrá alcanzárselas. Vi que la iglesia debe sentir su responsabilidad y averiguar con cuidado y atención la vida, las cualidades y la conducta general de aquellos que profesan enseñar. Si no dan evidencias inequívocas de que Dios los ha llamado, y de que el “ay” pesa sobre ellos si no escuchan este llamamiento, es deber de la iglesia actuar y hacer saber que estas personas no son reconocidas por la iglesia como maestros. Tal es la única conducta que puede seguir la iglesia para estar sin culpa en este asunto, porque a ella incumbe la carga. PE 100.1
Vi que puede cerrarse esta puerta por la cual el enemigo entra para perturbar la grey y dejarla perpleja. Pregunté al ángel cómo podía cerrarse. Dijo: “La iglesia debe recurrir a la Palabra de Dios y establecerse en el orden evangélico, que ha sido pasado por alto y descuidado.” Esto es indispensable para introducir en la iglesia unidad y fe. Vi que en el tiempo de los apóstoles la iglesia estaba en peligro de ser engañada y explotada por los falsos maestros. Por lo tanto los hermanos eligieron a hombres que habían dado buenas pruebas de que eran capaces de gobernar bien su propia casa y conservar el orden en sus propias familias, y que fuesen capaces de iluminar a los que estaban en tinieblas. Se interrogó a Dios acerca de ellos, y luego, de acuerdo con el parecer de la iglesia y del Espíritu Santo, fueron puestos aparte por la imposición de las manos. Habiendo recibido su mandato de Dios y una vez aprobados por la iglesia, salieron a bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y a administrar los ritos de la casa del Señor, sirviendo a menudo a los santos, presentándoles los emblemas del cuerpo quebrantado y la sangre derramada del Salvador crucificado, a fin de mantener frescos en la memoria de sus amados hijos sus sufrimientos y su muerte. PE 100.2
Vi que nosotros no estamos más seguros ahora que la iglesia en los tiempos de los apóstoles en lo que respecta a los falsos maestros; y, aun cuando no vayamos más lejos, debemos tomar medidas tan especiales como las que ellos tomaban para asegurar la paz, la armonía y la unión de la grey. Tenemos su ejemplo, y debemos seguirlo. Los hermanos de experiencia y de sano criterio deben reunirse, y siguiendo la Palabra de Dios y la sanción del Espíritu Santo, debieran, con ferviente oración, imponer las manos a aquellos que dieron pruebas claras de que recibieron su mandato de Dios, y ponerlos aparte para que se dediquen por completo a su obra. Este acto revelaría la sanción que la iglesia les da para que salgan como mensajeros a proclamar el mensaje más solemne que fuera dado alguna vez a los hombres. PE 101.1
Dios no confiará el cuidado de su preciosa grey a hombres cuyo juicio y ánimo hayan sido debilitados por errores anteriores, como el así llamado perfeccionismo y el espiritismo, hombres que, por su conducta mientras estaban en tales errores, se deshonraron y trajeron oprobio sobre la causa de la verdad. Aunque se consideren libres del error y competentes para enseñar este último mensaje, Dios no los aceptará. No confiará preciosas almas a su cuidado; porque su juicio se pervirtió mientras estaban en el error y está ahora debilitado. El Grande y Santo es un Dios celoso, y quiere que su verdad sea proclamada por hombres santos. La santa ley promulgada por Dios desde el Sinaí es parte de él mismo, y únicamente hombres santos que la observen estrictamente le honrarán enseñándola a otros. PE 101.2
Los siervos de Dios que enseñan la verdad deben ser hombres de juicio. Deben ser hombres que puedan soportar la oposición sin excitarse; porque los que se oponen a la verdad atacarán a los que la enseñan, y presentarán contra ella toda objeción que pueda presentarse, y lo harán en la peor forma posible. Los siervos de Dios que llevan el mensaje deben estar preparados para eliminar estas objeciones con calma y mansedumbre, mediante la luz de la verdad. Con frecuencia los opositores hablan a los ministros de Dios de una manera provocativa, para hacerles manifestar el mismo espíritu a fin de sacar ventaja de ello y declarar a otros que los maestros de los mandamientos tienen espíritu acerbo y duro, como se divulgó. Vi que debemos estar preparados para las objeciones, y con paciencia, criterio y mansedumbre, reconocerles el peso que merecen, sin desecharlas o eliminarlas con asertos positivos ni avergonzar luego al que las presentó ni manifestar espíritu duro para con él. Dese más bien a las objeciones su peso, y luego preséntese la luz y el poder de la verdad, para que su peso venza y elimine los errores. De esta manera se creará una buena impresión, y los opositores sinceros reconocerán que estaban equivocados y que los observadores de los mandamientos no son lo que se los acusó de ser. PE 102.1
Los que profesan ser siervos del Dios viviente deben estar dispuestos a ser siervos de todos, en vez de creerse exaltados sobre los hermanos, y deben poseer un espíritu bondadoso y cortés. Si llegan a errar, deben estar dispuestos a confesarlo cabalmente. La sinceridad de las intenciones no puede usarse como excusa por no confesar los errores. La confesión no reduciría la confianza de la iglesia en el mensajero, mientras que él daría un buen ejemplo; se alentaría un espíritu de confesión en la iglesia, y el resultado sería una dulce unión. Los que profesan ser maestros, deben ser dechados de piedad, mansedumbre y humildad, es decir, deben poseer un espíritu bondadoso, a fin de ganar almas para Jesús y la verdad de la Biblia. Un ministro de Cristo debe ser puro en su conversación y en sus acciones. Debe recordar siempre que está manejando las palabras de la inspiración, las palabras de un Dios santo. Debe recordar también que la grey ha sido confiada a su cuidado, y que él ha de llevar sus casos a Jesús e interceder por ellos como Jesús intercede por nosotros ante el Padre. Me fueron señalados los hijos de Israel de antaño y vi cuán puros y santos habían de ser los ministros del santuario, porque su obra los ponía en estrecha relación con Dios. Los que ministran deben ser santos, puros y sin defecto, o Dios los destruirá. Dios no ha cambiado. Es tan santo y puro, tan meticuloso como lo fué siempre. Los que profesan ser ministros de Jesús deben ser hombres de experiencia y profunda piedad, y entonces podrán en todo tiempo y lugar esparcir una influencia santa. PE 102.2
He visto que es ahora tiempo para que los mensajeros vayan doquiera se abra una puerta, y que Dios irá delante de ellos y abrirá los corazones de algunos para que oigan. Hay que entrar en nuevos lugares, y doquiera se haga esto, será bueno ir, si es posible, de dos en dos, a fin de que se sostengan las manos mutuamente. Fué presentado un plan como éste: Sería bueno que dos hermanos principien juntos y viajen en compañía hasta los lugares más obscuros, donde hay mucha oposición, y donde se necesita mucho trabajo, y con esfuerzos unidos y fe enérgica presenten la verdad a los que están en tinieblas. Luego, si les es posible lograr más visitando muchos lugares, vayan separados, pero mientras están de gira reúnanse a menudo, para animarse uno al otro por su fe, a fin de fortalecerse y sostenerse mutuamente las manos. También deben consultarse acerca de los lugares que les resultan abiertos, y decidir cuál de sus dones es el que más se necesita, y de qué manera podrán tener más éxito para alcanzar los corazones. Luego, cuando se separen nuevamente, su valor y su energía se habrán renovado para hacer frente a la oposición y a las tinieblas, y a fin de trabajar con corazón sensible para salvar a las almas que perecen. PE 103.1
Vi que los siervos de Dios no deben pasar una y otra vez por el mismo campo de labor, sino que deben buscar almas en nuevos lugares. Los que ya están establecidos en la verdad no deben exigir tanto de su labor; porque deben poder sostenerse solos, y fortalecer a los que los rodean, mientras que los mensajeros de Dios visitan los lugares sombríos y solitarios, presentando la verdad a aquellos que no la conocen todavía. PE 104.1
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Patriarcas y Profetas Cap. 3
Capítulo 3—La tentación y la caída
Este capítulo está basado en Génesis 3.
No SIÉNDOLE posible continuar con su rebelión en el cielo, Satanás halló un nuevo campo de acción para su enemistad contra Dios, al tramar la ruina de la raza humana. Vió en la felicidad y en la paz que la santa pareja gozaba en el Edén el deleite que él había perdido para siempre. Estimulado por la envidia, resolvió inducirlos a desobedecer y atraer sobre sí la culpa y el castigo del pecado. Trataría de cambiar su amor en desconfianza, y sus cantos de alabanza en oprobio para su Creador. De esta manera no sólo arrojaría a estos inocentes seres en la desgracia en que él mismo se encontraba, sino que también ocasionaría deshonra para Dios y pesar en los cielos. PP54 34.1
A nuestros primeros padres no dejó de advertírseles el peligro que les amenazaba. Mensajeros celestiales acudieron a presentarles la historia de la caída de Satanás y sus maquinaciones para destruirlos; para lo cual les explicaron ampliamente la naturaleza del gobierno divino, que el príncipe del mal trataba de derrocar. Fué la desobediencia a los justos mandamientos de Dios lo que ocasionó la caída de Satanás y sus huestes. Cuán importante era, entonces, que Adán y Eva honrasen aquella ley, único medio por el cual es posible mantener el orden y la equidad. PP54 34.2
La ley de Dios es tan santa como él mismo. Es la revelación de su voluntad, el reflejo de su carácter, y la expresión de su amor y sabiduría. La armonía de la creación depende del perfecto acuerdo de todos los seres y las cosas, animadas e inanimadas, con la ley del Creador. No sólo ha dispuesto Dios leyes para el gobierno de los seres vivientes, sino también para todas las operaciones de la naturaleza. Todo obedece a leyes fijas, que no pueden eludirse. Pero mientras que en la naturaleza todo está gobernado por leyes naturales, solamente el hombre, entre todos los moradores de la tierra, está sujeto a la ley moral. Al hombre, obra maestra de la creación, Dios le dio la facultad de comprender sus requerimientos, para que reconociese la justicia y la benevolencia de su ley y su sagrado derecho sobre él; y del hombre se exige una respuesta obediente. obedece a leyes fijas, que no pueden eludirse. Pero mientras que en la naturaleza todo está gobernado por leyes naturales, solamente el hombre, entre todos los moradores de la tierra, está sujeto a la ley moral. Al hombre, obra maestra de la creación, Dios le dió la facultad de comprender sus requerimientos, para que reconociese la justicia y la benevolencia de su ley y su sagrado derecho sobre él; y del hombre se exige una respuesta obediente. PP54 34.3
Como los ángeles, los moradores del Edén habían de ser probados. Sólo podían conservar su feliz estado si eran fieles a la ley del Creador. Podían obedecer y vivir, o desobedecer y perecer. Dios los había colmado de ricas bendiciones; pero si ellos menospreciaban su voluntad, Aquel que no perdonó a los ángeles que pecaron no los perdonaría a ellos tampoco: la transgresión los privaría de todos sus dones, y les acarrearía desgracia y ruina. PP54 35.1
Los ángeles amonestaron a Adán y a Eva a que estuviesen en guardia contra las argucias de Satanás; porque sus esfuerzos por tenderles una celada serían infatigables. Mientras fuesen obedientes a Dios, el maligno no podría perjudicarles; pues, si fuese necesario, todos los ángeles del cielo serían enviados en su ayuda. Si ellos rechazaban firmemente sus primeras insinuaciones, estarían tan seguros como los mismos mensajeros celestiales. Pero si cedían a la tentación, su naturaleza se depravaría, y no tendrían en sí mismos poder ni disposición para resistir a Satanás. PP54 35.2
El árbol de la sabiduría había sido puesto como una prueba de su obediencia y de su amor a Dios. El Señor había decidido imponerles una sola prohibición tocante al uso de lo que había en el huerto. Si menospreciaban su voluntad en este punto especial, se harían culpables de transgresión. Satanás no los seguiría continuamente con sus tentaciones; sólo podría acercarse a ellos junto al árbol prohibido. Si ellos trataban de investigar la naturaleza de este árbol, quedarían expuestos a sus engaños. Se les aconsejó que prestasen atención cuidadosa a la amonestación que Dios les había enviado, y que se conformasen con las instrucciones que él había tenido a bien darles. PP54 35.3
Para conseguir lo que quería sin ser advertido, Satanás escogió como medio a la serpiente, disfraz bien adecuado para su proyecto de engaño. La serpiente era en aquel entonces uno de los seres más inteligentes y bellos de la tierra. Tenía alas, y cuando volaba presentaba una apariencia deslumbradora, con el color y el brillo del oro bruñido. Posada en las cargadas ramas del árbol prohibido, mientras comía su delicioso fruto, cautivaba la atención y deleitaba la vista que la contemplaba. Así, en el huerto de paz, el destructor acechaba su presa. PP54 36.1
Los ángeles habían prevenido a Eva que tuviese cuidado de no separarse de su esposo mientras éste estaba ocupado en su trabajo cotidiano en el huerto; estando con él correría menos peligro de caer en tentación que estando sola. Pero distraída en sus agradables labores, inconscientemente se alejó del lado de su esposo. Al verse sola, tuvo un presentimiento del peligro, pero desechó sus temores, diciéndose a sí misma que tenía suficiente sabiduría y poder para comprender el mal y resistirlo. Desdeñando la advertencia de los ángeles, muy pronto se encontró extasiada, mirando con curiosidad y admiración el árbol prohibido. El fruto era bello, y se preguntaba por qué Dios se lo había vedado. Esta fué la oportunidad de Satanás. Como discerniendo sus pensamientos, se dirigió a ella diciendo: “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” Véase Génesis 3. PP54 36.2
Eva quedó sorprendida y espantada al oír el eco de sus pensamientos. Pero, con voz melodiosa, la serpiente siguió con sutiles alabanzas de su hermosura; y sus palabras no fueron desagradables a Eva. En lugar de huir de aquel lugar, permaneció en él, maravillada de oír hablar a la serpiente. Si se hubiese dirigido a ella un ser como los ángeles, hubiera sentido temor; pero no se imaginó que la encantadora serpiente pudiera convertirse en instrumento del enemigo caído. PP54 36.3
A la capciosa pregunta de Satanás, Eva contestó: “Del fruto de los árboles del huerto comemos; mas del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, porque no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; mas sabe Dios que el día que comiereis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como dioses sabiendo el bien y el mal.” PP54 37.1
Le dijo que al comer del fruto de este árbol, alcanzarían una esfera de existencia más elevada y entrarían en un campo de sabiduría más amplio. Añadió que él mismo había comido de ese fruto prohibido y como resultado había adquirido el don de la palabra. Insinuó que por egoísmo el Señor no quería que comiesen del fruto, pues entonces se elevarían a la igualdad con él. Manifestó Satanás que Dios les había prohibido que gustasen del fruto de aquel árbol o que lo tocasen, debido a las maravillosas propiedades que tenía de dar sabiduría y poder. El tentador afirmó que jamás llegaría a cumplirse la divina advertencia; que les fué hecha meramente para intimidarlos. ¿Cómo sería posible que ellos muriesen? ¿No habían comido del árbol de la vida? Agregó el tentador que Dios estaba tratando de impedirles alcanzar un desarrollo superior y mayor felicidad. PP54 37.2
Tal ha sido la labor que Satanás ha llevado adelante con gran éxito, desde los días de Adán hasta el presente. Tienta a los hombres a desconfiar del amor de Dios y a dudar de su sabiduría. Constantemente pugna por despertar en los seres humanos un espíritu de curiosidad irreverente, un inquieto e inquisitivo deseo de penetrar en los inescrutables secretos del poder y la sabiduría de Dios. En sus esfuerzos por escudriñar aquello que Dios tuvo a bien ocultarnos, muchos pasan por alto las verdades eternas que nos ha revelado y que son esenciales para nuestra salvación. Satanás induce a los hombres a la desobediencia llevándoles a creer que entran en un admirable campo de conocimiento. Pero todo esto es un engaño. Ensoberbecidos por sus ideas de progreso, pisotean los requerimientos de Dios, caminando por la ruta que los lleva a la degradación y a la muerte. PP54 37.3
Satanás hizo creer a la santa pareja que ellos se beneficiarían violando la ley de Dios. ¿No oímos hoy día razonamientos semejantes? Muchos hablan de la estrechez de los que obedecen los mandamientos de Dios, mientras pretenden tener ideas más amplias y gozar de mayor libertad. ¿Qué es esto sino el eco de la voz del Edén: “El día que comiereis de él,” es decir, el día que violareis el divino mandamiento, “seréis como dioses”? Satanás aseveró haber recibido grandes beneficios por haber comido del fruto prohibido, pero nunca dejó ver que por la transgresión había sido desechado del cielo. Aunque había comprobado que el pecado acarrea una pérdida infinita, ocultó su propia desgracia para atraer a otros a la misma situación. Así también el pecador trata de disfrazar su verdadero carácter; puede pretender ser santo, pero su elevada profesión sólo hace de él un embaucador tanto más peligroso. Está del lado de Satanás y al hollar la ley de Dios e inducir a otros a hacer lo mismo, los lleva hacia la ruina eterna. PP54 38.1
Eva creyó realmente las palabras de Satanás, pero esta creencia no la salvó de la pena del pecado. No creyó en las palabras de Dios, y esto la condujo a su caída. En el juicio final, los hombres no serán condenados porque creyeron concienzudamente una mentira, sino porque no creyeron la verdad, porque descuidaron la oportunidad de aprender la verdad. No obstante los sofismas con que Satanás trata de establecer lo contrario, siempre es desastroso desobedecer a Dios. Debemos aplicar nuestros corazones a buscar la verdad. Todas las lecciones que Dios mandó registrar en su Palabra son para nuestra advertencia e instrucción. Fueron escritas para salvarnos del engaño. El descuidarlas nos traerá la ruina. Podemos estar seguros de que todo lo que contradiga la Palabra de Dios procede de Satanás. PP54 38.2
La serpiente tomó del fruto del árbol prohibido y lo puso en las manos vacilantes de Eva. Entonces le recordó sus propias palabras referentes a que Dios les había prohibido tocarlo, a pena de muerte. Le manifestó que no recibiría más daño de comer el fruto que de tocarlo. No experimentando ningún mal resultado por lo que había hecho, Eva se atrevió a más. Vió “que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió.” Era agradable al paladar, y a medida que comía, parecía sentir una fuerza vivificante, y se figuró que entraba en un estado más elevado de existencia. Sin temor, tomó el fruto y lo comió. PP54 39.1
Y ahora, habiendo pecado, ella se convirtió en el agente de Satanás para labrar la ruina de su esposo. Con extraña y anormal excitación, y con las manos llenas del fruto prohibido, lo buscó y le relató todo lo que había ocurrido. PP54 39.2
Una expresión de tristeza cubrió el rostro de Adán. Quedó atónito y alarmado. A las palabras de Eva contestó que ése debía ser el enemigo contra quien se los había prevenido; y que conforme a la sentencia divina ella debía morir. En contestación, Eva le instó a comer, repitiendo el aserto de la serpiente de que no morirían. Alegó que las palabras de la serpiente debían ser ciertas puesto que no sentía ninguna evidencia del desagrado de Dios; sino que, al contrario, experimentaba una deliciosa y alborozante influencia, que conmovía todas sus facultades con una nueva vida, que le parecía semejante a la que inspiraba a los mensajeros celestiales. PP54 39.3
Adán comprendió que su compañera había violado el mandamiento de Dios, menospreciando la única prohibición que les había sido puesta como una prueba de su fidelidad y amor. Se desató una terrible lucha en su mente. Lamentó haber dejado a Eva separarse de su lado. Pero ahora el error estaba cometido; debía separarse de su compañía, que le había sido de tanto gozo. ¿Cómo podría hacer eso? PP54 39.4
Adán había gozado el compañerismo de Dios y de los santos ángeles. Había contemplado la gloria del Creador. Comprendía el elevado destino que aguardaba al linaje humano si los hombres permanecían fieles a Dios. Sin embargo, se olvidó de todas estas bendiciones ante el temor de perder el don que apreciaba más que todos los demás. El amor, la gratitud y la lealtad al Creador, todo fué sofocado por amor a Eva. Ella era parte de sí mismo, y Adán no podía soportar la idea de una separación. No alcanzó a comprender que el mismo Poder infinito que lo había creado del polvo de la tierra y hecho de él un ser viviente de hermosa forma y que, como demostración de su amor, le había dado una compañera, podía muy bien proporcionarle otra. Adán resolvió compartir la suerte de Eva; si ella debía morir, él moriría con ella. Al fin y al cabo, se dijo Adán, ¿no podrían ser verídicas las palabras de la sabia serpiente? Eva estaba ante él, tan bella y aparentemente tan inocente como antes de su desobediencia. Le expresaba mayor amor que antes. Ninguna señal de muerte se notaba en ella, y así decidió hacer frente a las consecuencias. Tomó el fruto y lo comió apresuradamente. PP54 40.1
Después de su transgresión, Adán se imaginó al principio que entraba en un plano superior de existencia. Pero pronto la idea de su pecado le llenó de terror. El aire que hasta entonces había sido de temperatura suave y uniforme pareció enfriar los cuerpos de la culpable pareja. El amor y la paz que habían disfrutado desapareció, y en su lugar sintieron el remordimiento del pecado, el temor al futuro y la desnudez del alma. El manto de luz que los había cubierto desapareció, y para reemplazarlo hicieron delantales; porque no podían presentarse desnudos a la vista de Dios y los santos ángeles. PP54 40.2
Ahora comenzaron a ver el verdadero carácter de su pecado. Adán increpó a su compañera por su locura de apartarse de su lado y dejarse engañar por la serpiente; pero ambos presumían que Aquel que les había dado tantas muestras de su amor perdonaría esa sola y única transgresión, o que no se verían sometidos al castigo tan terrible que habían temido. PP54 40.3
Satanás se regocijó de su triunfo. Había tentado a la mujer a desconfiar del amor de Dios, a dudar de su sabiduría, y a violar su ley; y por su medio, causar la caída de Adán. PP54 41.1
Pero el gran Legislador iba a dar a conocer a Adán y a Eva las consecuencias de su pecado. La presencia divina se manifestó en el huerto. En su anterior estado de inocencia y santidad solían dar alegremente la bienvenida a la presencia de su Creador; pero ahora huyeron aterrorizados, y se escondieron en el lugar más apartado del huerto. “Y llamó Jehová Dios al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y escondíme. Y díjole: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?” PP54 41.2
Adán no podía negar ni disculpar su pecado; pero en vez de mostrar arrepentimiento, culpó a su esposa, y de esa manera al mismo Dios: “La mujer que me diste por compañera me dió del árbol, y yo comí.” El que por amor a Eva había escogido deliberadamente perder la aprobación de Dios, su hogar en el paraíso y una vida de eterno regocijo, ahora después de su caída culpó de su transgresión a su compañera y aun a su mismo Creador. Tan terrible es el poder del pecado. PP54 41.3
Cuando la mujer fué interrogada: “¿Qué es lo que has hecho?” contestó: “La serpiente me engañó, y comí.” “¿Por qué creaste la serpiente? ¿Por qué la dejaste entrar en Edén?” Estas eran las preguntas implícitas en sus disculpas por su pecado. Así como Adán, ella culpó a Dios por su caída. El espíritu de autojustificación se originó en el padre de la mentira; lo manifestaron nuestros primeros padres tan pronto como se sometieron a la influencia de Satanás, y se ha visto en todos los hijos e hijas de Adán. En vez de confesar humildemente su pecado, tratan de justificarse culpando a otros, a las circunstancias, a Dios, y hasta murmuran contra las bendiciones divinas. PP54 41.4
El Señor sentenció entonces a la serpiente: “Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida.” Puesto que la serpiente había sido el instrumento de Satanás, compartiría con él la pena del juicio divino. Después de ser la más bella y admirada criatura del campo, iba a ser la más envilecida y detestada de todas, temida y odiada tanto por el hombre como por los animales. Las palabras dichas a la serpiente se aplican directamente al mismo Satanás y señalan su derrota y destrucción final: “Y enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” PP54 42.1
A Eva se le habló de la tristeza y los dolores que sufriría. Y el Señor dijo: “A tu marido será tu deseo, y él se enseñoreará de ti.” En la creación Dios la había hecho igual a Adán. Si hubiesen permanecido obedientes a Dios, en concordancia con su gran ley de amor, siempre hubieran estado en mutua armonía; pero el pecado había traído discordia, y ahora la unión y la armonía podían mantenerse sólo mediante la sumisión del uno o del otro. Eva había sido la primera en pecar, había caído en tentación por haberse separado de su compañero, contrariando la instrucción divina. Adán pecó a sus instancias, y ahora ella fué puesta en sujeción a su marido. Si los principios prescritos por la ley de Dios hubieran sido apreciados por la humanidad caída, esta sentencia, aunque era consecuencia del pecado, hubiera resultado en bendición para ellos; pero el abuso de parte del hombre de la supremacía que se le dió, a menudo ha hecho muy amarga la suerte de la mujer y ha convertido su vida en una carga. PP54 42.2
Junto a su esposo, Eva había sido perfectamente feliz en su hogar edénico; pero, a semejanza de las inquietas Evas modernas, se lisonjeaba con ascender a una esfera superior a la que Dios le había designado. En su afán de subir más allá de su posición original, descendió a un nivel más bajo. Resultado similar alcanzarán las mujeres que no están dispuestas a cumplir alegremente los deberes de su vida de acuerdo al plan de Dios. En su esfuerzo por alcanzar posiciones para las cuales Dios no las ha preparado, muchas están dejando vacío el lugar donde podrían ser una bendición. En su deseo de lograr una posición más elevada, muchas han sacrificado su verdadera dignidad femenina y la nobleza de su carácter, y han dejado sin hacer la obra misma que el Cielo les señaló. PP54 42.3
Dios manifestó a Adán: “Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo, No comerás de él; maldita será la tierra por amor de ti; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida; espinos y cardos te producirá, y comerás hierba del campo; en el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra; porque de ella fuiste tomado: pues polvo eres, y al polvo serás tornado.” PP54 43.1
Era voluntad de Dios que la inmaculada pareja no conociese absolutamente nada de lo malo. Les había dado abundantemente el bien, y vedado el mal. Pero, contra su mandamiento, habían comido del fruto prohibido, y ahora continuarían comiéndolo y conocerían el mal todos los días de su vida. Desde entonces el linaje humano sufriría las asechanzas de Satanás. En lugar de las agradables labores que se les habían asignado hasta entonces, la ansiedad y el trabajo serían su suerte. Estarían sujetos a desengaños, aflicciones, dolor, y al fin, a la muerte. PP54 43.2
Bajo la maldición del pecado, toda la naturaleza daría al hombre testimonio del carácter y las consecuencias de la rebelión contra Dios. Cuando Dios creó al hombre lo hizo señor de toda la tierra y de cuantos seres la habitaban. Mientras Adán permaneció leal a Dios, toda la naturaleza se mantuvo bajo su señorío. Pero cuando se rebeló contra la ley divina, las criaturas inferiores se rebelaron contra su dominio. Así el Señor, en su gran misericordia, quiso enseñar al hombre la santidad de su ley e inducirle a ver por su propia experiencia el peligro de hacerla a un lado, aun en lo más mínimo. PP54 43.3
La vida de trabajo y cuidado, que en lo sucesivo sería el destino del hombre, le fué asignada por amor a él. Era una disciplina que su pecado había hecho necesaria para frenar la tendencia a ceder a los apetitos y las pasiones y para desarrollar hábitos de dominio propio. Era parte del gran plan de Dios para rescatar al hombre de la ruina y la degradación del pecado. PP54 44.1
La advertencia hecha a nuestros primeros padres: “Porque el día que de él comieres, morirás” (Génesis 2:17), no significaba que morirían el mismo día en que comiesen del fruto prohibido, sino que ese día sería dictada la irrevocable sentencia. La inmortalidad les había sido prometida bajo condición de que fueran obedientes; pero mediante la transgresión perderían su derecho a la vida eterna. El mismo día en que pecaran serían condenados a muerte. PP54 44.2
Para que poseyera una existencia sin fin, el hombre debía continuar comiendo del árbol de la vida. Privado de este alimento, vería su vitalidad disminuir gradualmente hasta extinguirse la vida. Era el plan de Satanás que Adán y Eva desagradasen a Dios mediante su desobediencia; y esperaba que luego, sin obtener perdón, siguiesen comiendo del árbol de la vida, y perpetuasen así una vida de pecado y miseria. Pero después de la caída, se encomendó a los santos ángeles que custodiaran el árbol de la vida. Estos ángeles estaban rodeados de rayos luminosos semejantes a espadas resplandecientes. A ningún miembro de la familia de Adán se le permitió traspasar esa barrera para comer del fruto de la vida; de ahí que no exista pecador inmortal. PP54 44.3
La ola de angustia que siguió a la transgresión de nuestros primeros padres es considerada por muchos como un castigo demasiado severo para un pecado tan insignificante; y ponen en tela de juicio la sabiduría y la justicia de Dios en su trato con el hombre. Pero si estudiasen más profundamente el asunto, podrían discernir su error. Dios creó al hombre a su semejanza, libre de pecado. La tierra debía ser poblada con seres algo inferiores a los ángeles; pero debía probarse su obediencia; pues Dios no había de permitir que el mundo se llenara de seres que menospreciasen su ley. No obstante, en su gran misericordia, no señaló a Adán una prueba severa. La misma levedad de la prohibición hizo al pecado sumamente grave. Si Adán no pudo resistir la prueba más ínfima, tampoco habría podido resistir una mayor, si se le hubiesen confiado responsabilidades más importantes. PP54 44.4
Si Adán hubiese sido sometido a una prueba mayor, entonces aquellos cuyos corazones se inclinan hacia lo malo se hubiesen disculpado diciendo: “Esto es algo insignificante, y Dios no es exigente en las cosas pequeñas.” Y así hubiera habido continuas transgresiones en las cosas aparentemente pequeñas, que pasan sin censura entre los hombres. Pero Dios indicó claramente que el pecado en cualquier grado le es ofensivo. PP54 45.1
A Eva le pareció de poca importancia desobedecer a Dios al probar el fruto del árbol prohibido y al tentar a su esposo a que pecara también; pero su pecado inició la inundación del dolor sobre el mundo. ¿Quién puede saber, en el momento de la tentación, las terribles consecuencias de un solo mal paso? PP54 45.2
Muchos que enseñan que la ley de Dios no es obligatoria para el hombre, alegan que es imposible obedecer sus preceptos. Pero si eso fuese cierto, ¿por qué sufrió Adán el castigo por su pecado? El pecado de nuestros primeros padres trajo sobre el mundo la culpa y la angustia, y si no se hubiesen manifestado la misericordia y la bondad de Dios, la raza humana se habría sumido en irremediable desesperación. Nadie se engañe. “La paga del pecado es muerte.” Romanos 6:23. La ley de Dios no puede violarse ahora más impunemente que cuando se pronunció la sentencia contra el padre de la humanidad. PP54 45.3
Después de su pecado, Adán y Eva no pudieron seguir morando en el Edén. Suplicaron fervientemente a Dios que les permitiese permanecer en el hogar de su inocencia y regocijo. Confesaron que habían perdido todo derecho a aquella feliz morada, y prometieron prestar estricta obediencia a Dios en el futuro. Pero se les dijo que su naturaleza se había depravado por el pecado, que había disminuido su poder para resistir al mal, y que habían abierto la puerta para qué Satanás tuviera más fácil acceso a ellos. Si siendo inocentes habían cedido a la tentación; ahora, en su estado de consciente culpabilidad, tendrían menos fuerza para mantener su integridad. PP54 46.1
Con humildad e inenarrable tristeza se despidieron de su bello hogar, y fueron a morar en la tierra, sobre la cual descansaba la maldición del pecado. La atmósfera, de temperatura antes tan suave y uniforme, estaba ahora sujeta a grandes cambios, y misericordiosamente, el Señor les proveyó de vestidos de pieles para protegerlos de los extremos del calor y del frío. PP54 46.2
Cuando vieron en la caída de las flores y las hojas los primeros signos de la decadencia, Adán y su compañera se apenaron más profundamente de lo que hoy se apenan los hombres que lloran a sus muertos. La muerte de las delicadas y frágiles flores fué en realidad un motivo de tristeza; pero cuando los bellos árboles dejaron caer sus hojas, la escena les recordó vivamente la fría realidad de que la muerte es el destino de todo lo que tiene vida. PP54 46.3
El huerto del Edén permaneció en la tierra mucho tiempo después que el hombre fuera expulsado de sus agradables senderos. Véase Génesis 4:16. Durante mucho tiempo después, se le permitió a la raza caída contemplar de lejos el hogar de la inocencia, cuya entrada estaba vedada por los vigilantes ángeles. En la puerta del paraíso, custodiada por querubines, se revelaba la gloria divina.* Allí iban Adán y sus hijos a adorar a Dios. Allí renovaban sus votos de obediencia a aquella ley cuya transgresión los había arrojado del Edén. Cuando la ola de iniquidad cubrió al mundo, y la maldad de los hombres trajo su destrucción por medio del diluvio, la mano que había plantado el Edén lo quitó de la tierra. Pero en la final restitución, cuando haya “un cielo nuevo, y una tierra nueva” (Apocalipsis 21:1), ha de ser restaurado más gloriosamente embellecido que al principio. PP54 46.4
Entonces los que hayan guardado los mandamientos de Dios respirarán llenos de inmortal vigor bajo el árbol de la vida; y al través de las edades sin fin los habitantes de los mundos sin pecado contemplarán en aquel huerto de delicias un modelo de la perfecta obra de la creación de Dios, incólume de la maldición del pecado, una muestra de lo que toda la tierra hubiera llegado a ser si el hombre hubiera cumplido el glorioso plan de Dios. PP54 47.1
Core rebelión
Capítulo 16
1-50. Rebelión contra el liderazgo - Estos hombres de Israel se quejaron e influenciaron al pueblo para que se uniera a ellos en rebelión, e incluso después de que Dios extendió Su mano y se tragó a los malhechores, y el pueblo huyó horrorizado a sus tiendas, su rebelión fue no curado. La profundidad de su desafecto se puso de manifiesto incluso bajo el juicio del Señor. La mañana después de la destrucción de Coré, Datán y Abiram y sus aliados, el pueblo se acercó a Moisés y Aarón y les dijo: "Habéis matado al pueblo del Señor". Por esta acusación falsa sobre los siervos de Dios, miles más fueron asesinados, porque había en ellos pecado, júbilo y maldad presuntuosa (Carta 12a, 1893). 1BC 1114.2
(1 Samuel 15:23). Lecciones de la rebelión - Me pregunto si la rebelión genuina es alguna vez curable. Estudie en Patriarcas y Profetas la rebelión de Coré, Datán y Abiram. Esta rebelión se extendió, incluyendo a más de dos hombres. [Aquí se hace referencia a dos hombres que lideran una rebelión en un campo determinado. - Editor.] Fue dirigido por doscientos cincuenta príncipes de la congregación, hombres de renombre. Llame a la rebelión por su nombre correcto y a la apostasía por su nombre correcto, y luego considere que la experiencia del antiguo pueblo de Dios con todas sus características objetables fue fielmente narrada para pasar a la historia. La Escritura declara: "Estas cosas fueron escritas para nuestra amonestación, sobre quienes han llegado los fines del mundo". Y si los hombres y mujeres que tienen el conocimiento de la verdad están tan separados de su gran Líder, que tomarán al gran líder de la apostasía y lo llamarán Cristo nuestra Justicia, es porque no han hundido el pozo en el fondo del cielo. minas de la verdad. No pueden distinguir el mineral precioso del material base ... 1BC 1114.3
El Señor ha permitido que este asunto se desarrolle como lo ha hecho, para mostrar cuán fácilmente se engañará a su pueblo cuando dependa de las palabras de los hombres en lugar de escudriñar las Escrituras por sí mismos, como hicieron los nobles bereanos, para ver si estas cosas son así ... 1BC 1114.4
La rebelión y la apostasía están en el mismo aire que respiramos. Seremos afectados por ella a menos que por fe dependamos de Cristo con nuestras almas indefensas. Si los hombres se engañan tan fácilmente, ¿cómo resistirán cuando Satanás personifique a Cristo y haga milagros? ¿A quién no le conmoverán sus tergiversaciones? ¿Profesar ser Cristo cuando solo Satanás está asumiendo la persona de Cristo y aparentemente obrando las obras de Cristo? ¿Qué impedirá al pueblo de Dios dar su lealtad a los falsos Cristos? “No vayáis vosotros tras ellos”. 1BC 1114.5
Las doctrinas deben entenderse claramente. Los hombres aceptados para enseñar la verdad deben estar anclados; entonces su barco resistirá la tormenta y la tempestad, porque el ancla los sujeta firmemente. Los engaños aumentarán y debemos llamar a la rebelión por su nombre correcto. Debemos estar de pie con toda la armadura puesta. Hermanos míos, no se encuentran sólo con hombres, sino con principados y potestades. No luchamos contra sangre y carne. Que se lea atentamente Efesios 6: 10-18 (Carta 1, 1897). 1BC 1114.6
Cristo vino a nuestro mundo no para ayudar a Satanás a desarrollar la rebelión, sino para sofocar la rebelión. Dondequiera que los hombres comiencen en rebelión, trabajarán en secreto y en la oscuridad, ya que no vendrán como Cristo les ha dicho que hagan con aquellos contra los que tienen algún asunto, sino que tomarán su presupuesto de falsedades y enemistades y conjeturas malvadas y representaciones satánicas. al igual que Satanás con los ángeles que estaban debajo de él, y se ganó su simpatía mediante representaciones falsas (Carta 156, 1897). 1BC 1115.1
1-3. Príncipes alistados en rebelión - Esos hombres de Israel estaban decididos a resistir toda evidencia que demostrara que estaban equivocados, y siguieron y siguieron en su curso de desafección hasta que muchos se sintieron atraídos para unirse a ellos. ¿Quiénes eran estos? Ni los débiles, ni los ignorantes, ni los ignorantes. En esa rebelión había doscientos cincuenta príncipes famosos en la congregación, hombres de renombre (Carta 2a, 1892). 1BC 1115.2
3. Moisés acusado de obstaculizar el progreso - Acusaron a Moisés de ser la causa de que no entraran a la tierra prometida. Dijeron que Dios no los había tratado así. No había dicho que morirían en el desierto. Nunca creerían que Él había dicho esto; pero que fue Moisés quien dijo esto, no el Señor; y que todo fue arreglado por Moisés para nunca traerlos a la tierra de Canaán (Spiritual Gifts 4a: 30). 1BC 1115.3
Coré se engañó a sí mismo - Coré había acariciado su envidia y rebelión hasta que se engañó a sí mismo, y realmente pensó que la congregación era un pueblo muy justo, y que Moisés era un gobernante tiránico, insistiendo continuamente en la necesidad de que la congregación fuera santa. cuando no había necesidad de él, porque eran santos (Spiritual Gifts 4a: 31). 1BC 1115.4
19. La gente se engañó a sí misma: la gente pensó que si Coré podía guiarlos, animarlos y insistir en sus actos justos, en lugar de recordarles sus fracasos, deberían tener un viaje muy pacífico y próspero, y él sin duda guíalos, no hacia atrás y hacia adelante por el desierto, sino a la tierra prometida. Dijeron que era Moisés quien les había dicho que no podían entrar en la tierra, y que el Señor no había dicho eso. Coré, en su exaltada confianza en sí mismo, reunió a toda la congregación contra Moisés y Aarón, “a la puerta del tabernáculo de reunión” (Spiritual Gifts 4a: 31). 1BC 1115.5
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Se me ha referido que exponga al pueblo esta historia que aparece en el Conflicto de los Siglos para que todos comparen su corazón a la luz de la palabra del Eterno con las características que allí son reflejadas.
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Capítulo 30—El origen del mal y del dolor
Para muchos el origen del pecado y el por qué de su existencia es causa de gran perplejidad. Ven la obra del mal con sus terribles resultados de dolor y desolación, y se preguntan cómo puede existir todo eso bajo la soberanía de Aquel cuya sabiduría, poder y amor son infinitos. Es esto un misterio que no pueden explicarse. Y su incertidumbre y sus dudas los dejan ciegos ante las verdades plenamente reveladas en la Palabra de Dios y esenciales para la salvación. Hay quienes. En sus investigaciones acerca de la existencia del pecado, tratan de inquirir lo que Dios nunca reveló; de aquí que no encuentren solución a sus dificultades; y los que son dominados por una disposición a la duda y a la cavilación lo aducen como disculpa para rechazar las palabras de la Santa Escritura. Otros, sin embargo, no se pueden dar cuenta satisfactoria del gran problema del mal, debido a la circunstancia de que la tradición y las falsas interpretaciones han oscurecido las enseñanzas de la Biblia referentes al carácter de Dios, la naturaleza de su gobierno y los principios de su actitud hacia el pecado. CS 483.1
Es imposible explicar el origen del pecado y dar razón de su existencia. Sin embargo, se puede comprender suficientemente lo que atañe al origen y a la disposición final del pecado, para hacer enteramente manifiesta la justicia y benevolencia de Dios en su modo de proceder contra todo mal. Nada se enseña con mayor claridad en las Sagradas Escrituras que el hecho de que Dios no fue en nada responsable de la introducción del pecado en el mundo, y de que no hubo retención arbitraria de la gracia de Dios, ni error alguno en el gobierno divino que dieran lugar a la rebelión. El pecado es un intruso, y no hay razón que pueda explicar su presencia. Es algo misterioso e inexplicable; excusarlo equivaldría a defenderlo. Si se pudiera encontrar alguna excusa en su favor o señalar la causa de su existencia, dejaría de ser pecado. La única definición del pecado es la que da la Palabra de Dios: “El pecado es transgresión de la ley”; es la manifestación exterior de un principio en pugna con la gran ley de amor que es el fundamento del gobierno divino. CS 484.1
Antes de la aparición del pecado había paz y gozo en todo el universo. Todo guardaba perfecta armonía con la voluntad del Creador. El amor a Dios estaba por encima de todo, y el amor de unos a otros era imparcial. Cristo el Verbo, el Unigénito de Dios, era uno con el Padre Eterno: uno en naturaleza, en carácter y en designios; era el único ser en todo el universo que podía entrar en todos los consejos y designios de Dios. Fue por intermedio de Cristo por quien el Padre efectuó la creación de todos los seres celestiales. “Por él fueron creadas todas las cosas, en los cielos, [...] ora sean tronos, o dominios, o principados, o poderes” (Colosenses 1:16, VM); y todo el cielo rendía homenaje tanto a Cristo como al Padre. CS 484.2
Como la ley de amor era el fundamento del gobierno de Dios, la dicha de todos los seres creados dependía de su perfecta armonía con los grandes principios de justicia. Dios quiere que todas sus criaturas le rindan un servicio de amor y un homenaje que provenga de la apreciación inteligente de su carácter. No le agrada la sumisión forzosa, y da a todos libertad para que le sirvan voluntariamente. CS 484.3
Pero hubo un ser que prefirió pervertir esta libertad. El pecado nació en aquel que, después de Cristo, había sido el más honrado por Dios y el más exaltado en honor y en gloria entre los habitantes del cielo. Antes de su caída, Lucifer era el primero de los querubines que cubrían el propiciatorio santo y sin mácula. “Así dice Jehová el Señor: ¡Tú eres el sello de perfección, lleno de sabiduría, y consumado en hermosura! En el Edén, jardín de Dios, estabas; de toda piedra preciosa era tu vestidura”. “Eras el querubín ungido que cubrías con tus alas; yo te constitui para esto; en el santo monte de Dios estabas, en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en tus caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que la iniquidad fue hallada en ti”. Ezequiel 28:12-15 (VM). CS 484.4
Lucifer habría podido seguir gozando del favor de Dios, amado y honrado por toda la hueste angélica, empleando sus nobles facultades para beneficiar a los demás y para glorificar a su Hacedor. Pero el profeta dice: “Se te ha engreído el corazón a causa de tu hermosura; has corrompido tu sabiduría con motivo de tu esplendor”. Vers. 17. Poco a poco, Lucifer se abandonó al deseo de la propia exaltación. “Has puesto tu corazón como corazón de Dios”. “Tú [...] que dijiste: [...] ¡Al cielo subiré; sobre las estrellas de Dios ensalzaré mi trono, me sentaré en el Monte de Asamblea; me remontaré sobre las alturas de las nubes; seré semejante al Altísimo!” Ezequiel 28:6; Isaías 14:13, 14 (VM). En lugar de procurar que Dios fuese objeto principal de los afectos y de la obediencia de sus criaturas, Lucifer se esforzó por granjearse el servicio y el homenaje de ellas. Y, codiciando los honores que el Padre Infinito había concedido a su Hijo, este príncipe de los ángeles aspiraba a un poder que solo Cristo tenia derecho a ejercer. CS 485.1
El cielo entero se había regocijado en reflejar la gloria del Creador y entonar sus alabanzas. Y en tanto que Dios era así honrado, todo era paz y dicha. Pero una nota discordante vino a romper las armonías celestiales. El amor y la exaltación de sí mismo, contrarios al plan del Creador, despertaron presentimientos del mal en las mentes de aquellos entre quienes la gloria de Dios lo superaba todo. Los consejos celestiales alegaron con Lucifer. El Hijo de Dios le hizo presentes la grandeza, la bondad y la justicia del Creador, y la naturaleza sagrada e inmutable de su ley. Dios mismo había establecido el orden del cielo, y Lucifer al apartarse de él, iba a deshonrar a su Creador y a atraer la ruina sobre sí mismo. Pero la amonestación dada con un espíritu de amor y misericordia infinitos, solo despertó espíritu de resistencia. Lucifer dejó prevalecer sus celos y su rivalidad con Cristo, y se volvió aún más obstinado. CS 485.2
El orgullo de su propia gloria le hizo desear la supremacía. Lucifer no apreció como don de su Creador los altos honores que Dios le había conferido, y no sintió gratitud alguna. Se glorificaba de su belleza y elevación, y aspiraba a ser igual a Dios. Era amado y reverenciado por la hueste celestial. Los ángeles se deleitaban en ejecutar sus órdenes, y estaba revestido de sabiduría y gloria sobre todos ellos. Sin embargo, el Hijo de Dios era el Soberano reconocido del cielo, y gozaba de la misma autoridad y poder que el Padre. Cristo tomaba parte en todos los consejos de Dios, mientras que a Lucifer no le era permitido entrar así en los designios divinos. Y este ángel poderoso se preguntaba por qué había de tener Cristo la supremacía y recibir más honra que él mismo. CS 485.3
Abandonando el lugar, que ocupaba en la presencia inmediata del Padre, Lucifer salió a difundir el espíritu de descontento entre los ángeles. Obrando con misteriosos sigilo y encubriendo durante algún tiempo sus verdaderos fines bajo una apariencia de respeto hacia Dios, se esforzó en despertar el descontento respecto a las leyes que gobernaban a los seres divinos, insinuando que ellas imponían restricciones innecesarias. Insistía en que siendo dotados de una naturaleza santa, los ángeles debían obedecer los dictados de su propia voluntad. Procuró ganarse la simpatía de ellos haciéndoles creer que Dios había obrado injustamente con él, concediendo a Cristo honor supremo. Dio a entender que al aspirar a mayor poder y honor, no trataba de exaltarse a sí mismo sino de asegurar libertad para todos los habitantes del cielo, a fin de que pudiesen así alcanzar a un nivel superior de existencia. CS 486.1
En su gran misericordia, Dios soportó por largo tiempo a Lucifer. Este no fue expulsado inmediatamente de su elevado puesto, cuando se dejó arrastrar por primera vez por el espíritu de descontento, ni tampoco cuando empezó a presentar sus falsos asertos a los ángeles leales. Fue retenido aún por mucho tiempo en el cielo. Varias y repetidas veces se le ofreció el perdón con tal de que se arrepintiese y se sometiese. Para convencerle de su error se hicieron esfuerzos de que solo el amor y la sabiduría infinitos eran capaces. Hasta entonces no se había conocido el espíritu de descontento en el cielo. El mismo Lucifer no veía en un principio hasta dónde le llevaría este espíritu; no comprendía la verdadera naturaleza de sus sentimientos. Pero cuando se demostró que su descontento no tenía motivo, Lucifer se convenció de que no tenía razón, que lo que Dios pedía era justo, y que debía reconocerlo ante todo el cielo. De haberlo hecho así, se habría salvado a sí mismo y a muchos ángeles. En ese entonces no había él negado aún toda obediencia a Dios. Aunque había abandonado su puesto de querubín cubridor, habría sido no obstante restablecido en su oficio si, reconociendo la sabiduría del Creador, hubiese estado dispuesto a volver a Dios y si se hubiese contentado con ocupar el lugar que le correspondía en el plan de Dios. Pero el orgullo le impidió someterse. Se empeñó en defender su proceder insistiendo en que no necesitaba arrepentirse, y se entregó de lleno al gran conflicto con su Hacedor. CS 486.2
Desde entonces dedicó todo el poder de su gran inteligencia a la tarea de engañar, para asegurarse la simpatía de los ángeles que habían estado bajo sus órdenes. Hasta el hecho de que Cristo le había prevenido y aconsejado fue desnaturalizado para servir a sus pérfidos designios. A los que estaban más estrechamente ligados a él por el amor y la confianza, Satanás les hizo creer que había sido mal juzgado, que no se había respetado su posición y que se le quería coartar la libertad. Después de haber así desnaturalizado las palabras de Cristo, pasó a prevaricar y a mentir descaradamente, acusando al Hijo de Dios de querer humillarlo ante los habitantes del cielo. Además trató de crear una situación falsa entre sí mismo y los ángeles aún leales. Todos aquellos a quienes no pudo sobornar y atraer completamente a su lado, los acusó de indiferencia respecto a los intereses de los seres celestiales. Acusó a los que permanecían fieles a Dios, de aquello mismo que estaba haciendo. CS 487.1
Y para sostener contra Dios la acusación de injusticia para con él, recurrió a una falsa presentación de las palabras y de los actos del Creador. Su política consistía en confundir a los ángeles con argumentos sutiles acerca de los designios de Dios. Todo lo sencillo lo envolvía en misterio, y valiéndose de artera perversión, hacía nacer dudas respecto a las declaraciones más terminantes de Jehová. Su posición elevada y su estrecha relación con la administración divina, daban mayor fuerza a sus representaciones, y muchos ángeles fueron inducidos a unirse con él en su rebelión contra la autoridad celestial. CS 487.2
Dios permitió en su sabiduría que Satanás prosiguiese su obra hasta que el espíritu de desafecto se convirtiese en activa rebeldía. Era necesario que sus planes se desarrollaran por completo para que su naturaleza y sus tendencias quedaran a la vista de todos. Lucifer, como querubín ungido, había sido grandemente exaltado; era muy amado de los seres celestiales y ejercía poderosa influencia sobre ellos. El gobierno de Dios no incluía solo a los habitantes del cielo sino también a los de todos los mundos que él había creado; y Satanás pensó que si podía arrastrar a los ángeles del cielo en su rebeldía, podría también arrastrar a los habitantes de los demás mundos. Había presentado arteramente su manera de ver la cuestión, valiéndose de sofismas y fraude para conseguir sus fines. Tenia gran poder para engañar, y al usar su disfraz de mentira había obtenido una ventaja. Ni aun los ángeles leales podían discernir plenamente su carácter ni ver adónde conducía su obra. CS 487.3
Satanás había sido tan altamente honrado, y todos sus actos estaban tan revestidos de misterio, que era difícil revelar a los ángeles la verdadera naturaleza de su obra. Antes de su completo desarrollo, el pecado no podía aparecer como el mal que era en realidad. Hasta entonces no había existido en el universo de Dios, y los seres santos no tenían idea de su naturaleza y malignidad. No podían ni entrever las terribles consecuencias que resultarían de poner a un lado la ley de Dios. Al principio, Satanás había ocultado su obra bajo una astuta profesión de lealtad para con Dios. Aseveraba que se desvelaba por honrar a Dios, afianzar su gobierno y asegurar el bien de todos los habitantes del cielo. Mientras difundía el descontento entre los ángeles que estaban bajo sus órdenes, aparentaba hacer cuanto le era posible por que desapareciera ese mismo descontento. Sostenía que los cambios que reclamaba en el orden y en las leyes del gobierno de Dios eran necesarios para conservar la armonía en el cielo. CS 488.1
En su actitud para con el pecado, Dios no podía sino obrar con justicia y verdad. Satanás podía hacer uso de armas de las cuales Dios no podía valerse: la lisonja y el engaño. Satanás había tratado de falsificar la Palabra de Dios y había representado de un modo falso su plan de gobierno ante los ángeles, sosteniendo que Dios no era justo al imponer leyes y reglas a los habitantes del cielo; que al exigir de sus criaturas sumisión y obediencia, solo estaba buscando su propia gloria. Por eso debía ser puesto de manifiesto ante los habitantes del cielo y ante los de todos los mundos, que el gobierno de Dios era justo y su ley perfecta. Satanás había dado a entender que él mismo trataba de promover el bien del universo. Todos debían llegar a comprender el verdadero carácter del usurpador y el propósito que le animaba. Había que dejarle tiempo para que se diera a conocer por sus actos de maldad. CS 488.2
Satanás achacaba a la ley y al gobierno de Dios la discordia que su propia conducta había introducido en el cielo. Declaraba que todo el mal provenía de la administración divina. Aseveraba que lo que él mismo quería era perfeccionar los estatutos de Jehová. Era pues necesario que diera a conocer la naturaleza de sus pretensiones y los resultados de los cambios que él proponía introducir en la ley divina. Su propia obra debía condenarle. Satanás había declarado desde un principio que no estaba en rebelión. El universo entero debía ver al seductor desenmascarado. CS 488.3
Aun cuando quedó resuelto que Satanás no podría permanecer por más tiempo en el cielo, la Sabiduría Infinita no le destruyó. En vista de que solo un servicio de amor puede ser aceptable a Dios, la sumisión de sus criaturas debe proceder de una convicción de su justicia y benevolencia. Los habitantes del cielo y de los demás mundos, no estando preparados para comprender la naturaleza ni las consecuencias del pecado, no podrían haber reconocido la justicia y misericordia de Dios en la destrucción de Satanás. De haber sido este aniquilado inmediatamente, aquellos habrían servido a Dios por miedo mas bien que por amor. La influencia del seductor no habría quedado destruida del todo, ni el espíritu de rebelión habría sido extirpado por completo. Para bien del universo entero a través de las edades sin fin, era preciso dejar que el mal llegase a su madurez, y que Satanás desarrollase más completamente sus principios, a fin de que todos los seres creados reconociesen el verdadero carácter de los cargos que arrojara él contra el gobierno divino y a fin de que quedaran para siempre incontrovertibles la justicia y la misericordia de Dios, así como el carácter inmutable de su ley. CS 489.1
La rebeldía de Satanás, cual testimonio perpetuo de la naturaleza y de los resultados terribles del pecado, debía servir de lección al universo en todo el curso de las edades futuras. La obra del gobierno de Satanás, sus efectos sobre los hombres y los ángeles, harían patentes los resultados del desprecio de la autoridad divina. Demostrarían que de la existencia del gobierno de Dios y de su ley depende el bienestar de todas las criaturas que él ha formado. De este modo la historia del terrible experimento de la rebeldía, sería para todos los seres santos una salvaguardia eterna destinada a precaverlos contra todo engaño respecto a la índole de la transgresión, y a guardarlos de cometer pecado y de sufrir el castigo consiguiente. CS 489.2
El gran usurpador siguió justificándose hasta el fin mismo de la controversia en el cielo. Cuando se dio a saber que, con todos sus secuaces, iba a ser expulsado de las moradas de la dicha, el jefe rebelde declaró audazmente su desprecio de la ley del Creador. Reiteró su aserto de que los ángeles no necesitaban sujeción, sino que debía dejárselas seguir su propia voluntad, que los dirigiría siempre bien. Denunció los estatutos divinos como restricción de su libertad y declaró que el objeto que él perseguía era asegurar la abolición de la ley para que, libres de esta traba, las huestes del cielo pudiesen alcanzar un grado de existencia más elevado y glorioso. CS 489.3
De común acuerdo Satanás y su hueste culparon a Cristo de su rebelión, declarando que si no hubiesen sido censurados, no se habrían rebelado. Así obstinados y arrogantes en su deslealtad, vanamente empezados en trastornar el gobierno de Dios, al mismo tiempo que en son de blasfemia decían ser ellos mismos víctimas inocentes de un poder opresivo, el gran rebelde y todos sus secuaces fueron al fin echados del cielo. CS 490.1
El mismo espíritu que fomentara la rebelión en el cielo continúa inspirándole en la tierra. Satanás ha seguido con los hombres la misma política que siguiera con los ángeles. Su espíritu impera ahora en los hijos de desobediencia. Como él, tratan estos de romper el freno de la ley de Dios, y prometen a los hombres la libertad mediante la transgresión de los preceptos de aquella. La reprensión del pecado despierta aún el espíritu de odio y resistencia. Cuando los mensajeros que Dios envía para amonestar tocan a la conciencia, Satanás induce a los hombres a que se justifiquen y a que busquen la simpatía de otros en su camino de pecado. En lugar de enmendar sus errores, despiertan la indignación contra el que los reprende, como si este fuera la única causa de la dificultad. Desde los días del justo Abel hasta los nuestros, tal ha sido el espíritu que se ha manifestado contra quienes osaron condenar el pecado. CS 490.2
Mediante la misma falsa representación del carácter de Dios que empleó en el cielo, para hacerle parecer severo y tiránico, Satanás indujo al hombre a pecar. Y logrado esto, declaró que las restricciones injustas de Dios habían sido causa de la caída del hombre, como lo habían sido de su propia rebeldía. CS 490.3
Pero el mismo Dios eterno da a conocer así su carácter: “¡Jehová, Jehová, Dios compasivo y clemente, lento en iras y grande en misericordia y en fidelidad: que usa de misericordia hasta la milésima generación; que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado, pero que de ningún modo tendrá por inocente al rebelde!” Éxodo 34:6, 7 (VM). CS 490.4
Al echar a Satanás del cielo, Dios hizo patente su justicia y mantuvo el honor de su trono. Pero cuando el hombre pecó cediendo a las seducciones del espíritu apóstata, Dios dio una prueba de su amor, consintiendo en que su Hijo unigénito muriese por la raza caída. El carácter de Dios se pone de manifiesto en el sacrificio expiatorio de Cristo. El poderoso argumento de la cruz demuestra a todo el universo que el gobierno de Dios no era de ninguna manera responsable del camino de pecado que Lucifer había escogido. CS 491.1
El carácter del gran engañador se mostró tal cual era en la lucha entre Cristo y Satanás, durante el ministerio terrenal del Salvador. Nada habría podido desarraigar tan completamente las simpatías que los ángeles celestiales y todo el universo leal pudieran sentir hacia Satanás, como su guerra cruel contra el Redentor del mundo. Su petición atrevida y blasfema de que Cristo le rindiese homenaje, su orgullosa presunción que le hizo transportarlo a la cúspide del monte y a las almenas del templo, la intención malévola que mostró al instarle a que se arrojara de aquella vertiginosa altura, la inquina implacable con la cual persiguió al Salvador por todas partes, e inspiró a los corazones de los sacerdotes y del pueblo a que rechazaran su amor y a que gritaran al fin: “¡Crucifícalo! ¡crucifícalo!”. Todo esto, despertó el asombro y la indignación del universo. CS 491.2
Fue Satanás el que impulsó al mundo a rechazar a Cristo. El príncipe del mal hizo cuanto pudo y empleó toda su astucia para matar a Jesús, pues vio que la misericordia y el amor del Salvador, su compasión y su tierna piedad estaban representando ante el mundo el carácter de Dios. Satanás disputó todos los asertos del Hijo de Dios, y empleó a los hombres como agentes suyos para llenar la vida del Salvador de sufrimientos y penas. Los sofismas y las mentiras por medio de los cuales procuró obstaculizar la obra de Jesús, el odio manifestado por los hijos de rebelión, sus acusaciones crueles contra Aquel cuya vida se rigió por una bondad sin precedente, todo ello provenía de un sentimiento de venganza profundamente arraigado. Los fuegos concentrados de la envidia y de la malicia, del odio y de la venganza, estallaron en el Calvario contra el Hijo de Dios, mientras el cielo miraba con silencioso horror. CS 491.3
Consumado ya el gran sacrificio, Cristo subió al cielo, rehusando la adoración de los ángeles, mientras no hubiese presentado la petición: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, ellos estén también conmigo”. Juan 17:24. Entonces, con amor y poder indecibles, el Padre respondió desde su trono: “Adórenle todos los ángeles de Dios”. Hebreos 1:6. No había ni una mancha en Jesús. Acabada su humillación, cumplido su sacrificio, le fue dado un nombre que está por encima de todo otro nombre. CS 491.4
Entonces fue cuando la culpabilidad de Satanás se destacó en toda su desnudez. Había dado a conocer su verdadero carácter de mentiroso y asesino. Se echó de ver que el mismo espíritu con el cual él gobernaba a los hijos de los hombres que estaban bajo su poder, lo habría manifestado en el cielo si hubiese podido gobernar a los habitantes de este. Había aseverado que la transgresión de la ley de Dios traería consigo libertad y ensalzamiento; pero lo que trajo en realidad fue servidumbre y degradación. CS 492.1
Los falsos cargos de Satanás contra el carácter del gobierno divino aparecieron en su verdadera luz. Él había acusado a Dios de buscar tan solo su propia exaltación con las exigencias de sumisión y obediencia por parte de sus criaturas, y había declarado que mientras el Creador exigía que todos se negasen a sí mismos él mismo no practicaba la abnegación ni hacía sacrificio alguno. Entonces se vio que para salvar una raza caída y pecadora, el Legislador del universo había hecho el mayor sacrificio que el amor pudiera inspirar, pues “Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo a sí”. 2 Corintios 5:19. Se vio además que mientras Lucifer había abierto la puerta al pecado debido a su sed de honores y supremacía, Cristo, para destruir el pecado, se había humillado y hecho obediente hasta la muerte. CS 492.2
Dios había manifestado cuánto aborrece los principios de rebelión. Todo el cielo vio su justicia revelada, tanto en la condenación de Satanás como en la redención del hombre. Lucifer había declarado que si la ley de Dios era inmutable y su penalidad irremisible, todo transgresor debía ser excluido para siempre de la gracia del Creador. Él había sostenido que la raza pecaminosa se encontraba fuera del alcance de la redención y era por consiguiente presa legítima suya. Pero la muerte de Cristo fue un argumento irrefutable en favor del hombre. La penalidad de la ley caía sobre él que era igual a Dios, y el hombre quedaba libre de aceptar la justicia de Dios y de triunfar del poder de Satanás mediante una vida de arrepentimiento y humillación, como el Hijo de Dios había triunfado. Así Dios es justo, al mismo tiempo que justifica a todos los que creen en Jesús. CS 492.3
Pero no fue tan solo para realizar la redención del hombre para lo que Cristo vino a la tierra a sufrir y morir. Vino para engrandecer la ley y hacerla honorable. Ni fue tan solo para que los habitantes de este mundo respetasen la ley cual debía ser respetada, sino también para demostrar a todos los mundos del universo que la ley de Dios es inmutable. Si las exigencias de ella hubiesen podido descartarse, el Hijo de Dios no habría necesitado dar su vida para expiar la transgresión de ella. La muerte de Cristo prueba que la ley es inmutable. Y el sacrificio al cual el amor infinito impelió al Padre y al Hijo a fin de que los pecadores pudiesen ser redimidos, demuestra a todo el universo—y nada que fuese inferior a este plan habría bastado para demostrarlo—que la justicia y la misericordia son el fundamento de la ley y del gobierno de Dios. CS 493.1
En la ejecución final del juicio se verá que no existe causa para el pecado. Cuando el Juez de toda la tierra pregunte a Satanás: “¿Por qué te rebelaste contra mí y arrebataste súbditos de mi reino?”, el autor del mal no podrá ofrecer excusa alguna. Toda boca permanecerá cerrada, todas las huestes rebeldes quedarán mudas. CS 493.2
Mientras la cruz del Calvario proclama el carácter inmutable de la ley, declara al universo que la paga del pecado es muerte. El grito agonizante del Salvador: “Consumado es”, fue el toque de agonía para Satanás. Fue entonces cuando quedó zanjado el gran conflicto que había durado tanto tiempo y asegurada la extirpación final del mal. El Hijo de Dios atravesó los umbrales de la tumba, “para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es a saber, al diablo”. Hebreos 2:14. El deseo que Lucifer tenía de exaltarse a sí mismo le había hecho decir: “¡Sobre las estrellas de Dios ensalzaré mi trono, [...] seré semejante al Altísimo!” Dios declara: “Te torno en ceniza sobre la tierra, [...] y no existirás más para siempre”. Isaías 14:13, 14; Ezequiel 28:18, 19 (VM). Eso será cuando venga “el día ardiente como un horno; y todos los soberbios, y todos los que hacen maldad, serán estopa; y aquel día que vendrá, los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, el cual no les dejará ni raíz ni rama”. Malaquías 4:1. CS 493.3
Todo el universo habrá visto la naturaleza y los resultados del pecado. Y su destrucción completa que en un principio hubiese atemorizado a los ángeles y deshonrado a Dios, justificará entonces el amor de Dios y establecerá su gloria ante un universo de seres que se deleitarán en hacer su voluntad, y en cuyos corazones se encontrará su ley. Nunca más se manifestará el mal. La Palabra de Dios dice: “No se levantará la aflicción segunda vez”. Nahúm 1:9 (VM). La ley de Dios que Satanás vituperó como yugo de servidumbres será honrada como ley de libertad. Después de haber pasado por tal prueba y experiencia, la creación no se desviará jamás de la sumisión a Aquel que se dio a conocer en sus obras como Dios de amor insondable y sabiduría infinita. CS 493.4
Testimonio: 19-08-2021
(Descalificados del Oficio de Bautizar y Ungir)
Agosto 19, 2021. De madrugada el Señor me dijo: levanta la voz en esta hora, y di así a mi pueblo:
Cuando un hombre se allega a una mujer y la conoce, ya sea en acto lícito [o] ilícito; según mi ley divina, este hombre se vuelve, ante Mí, marido de esa mujer y ella se vuelve su mujer. Aunque sea por un corto tiempo, como se ha hecho de costumbre en este mundo, esto que ha venido a ser tan efímero y licencioso en este mundo de pecado, ha creado grandes desavenencias entre el mundo religioso profeso del todopoderoso en esta verdad presente. Si bien, la norma humana acepta cualquier eventualidad luego del bautismo, no así el cielo; si bien el que se bautiza es nueva criatura y comienza una vida en Cristo Jesús, el pecado deja huellas; Dios perdona al pecador, más sus antiguas prácticas, la huella que crearon en la persona, quedan; más ahora en Cristo Jesús la carga es más ligera y fácil, gracias a la fe depositada en Él; una mujer abusada que dio a luz un hijo de ese abuso, y luego conoce al Eterno y se entrega a Él, comienza a vivir para Él, y aunque su pasado es incambiable; el punto de verlo ahora por la fe, en Cristo Jesús, la hace vivir en paz, en alegría, agradecimiento y el amor comienza a fluir en su ser.
Se me refirió decir, que según en el antiguo testamento, en la ley de Moisés dice: que el hombre que desee darle carta de repudio a su mujer, puede hacerlo. Y el Maestro cuando estuvo entre los mortales declaró que esto había sido por la dureza de corazón de aquellos de antaño, ahora Él declaraba que solo fuera apartado hombre y mujer por razón de adulterio. ¿Acaso esas palabras no fueron inspiradas por Dios, las que quedaron escritas allí en Mateo 5?. También vemos que por medio de su sierva Elena G de White también se estipuló que fuera por muerte la separación entre hombre y mujer, y dar permiso a que pudiera tener segundas nupcias. Allí lo vemos en el Hogar Cristiano, en el capítulo 56; y en el libro Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio, capítulos 4 y 10.
Más miserable condición la del mortal, que su situación pecaminosa es tal que a lo malo lo llama bueno, y a lo bueno lo llama malo; para que los privilegios se acomoden a sus circunstancias; y no solo las acomoda para sí, sino también por su ejemplo torcido introduce su torcedura en otros.
¿Acaso no sabéis que El Eterno prepara y designa a los suyos en el enlace final de la historia de este mundo, para el mundo venidero? todos son sus hijos, más todos estos son acomodados por Él en sus diferentes posiciones: los mártires, los de la gran multitud, los de la resurrección especial, los 144 mil. No toca al mortal ubicarse él mismo en estas calificaciones, ésto es prerrogativa del Eterno; más todos serán salvos y gozarán de la inmortalidad, y de la tierra renovada donde se abrirá el tránsito al mortal, ahora ya inmortal, por todo el vasto universo. Todo lo que no atañe a salvación será traído a colación en estos últimos tiempos por aquellos que el enemigo les afiebra sus mentes, para quitar la concentración de la realidad, que estamos en los bordes del investimiento del Espíritu Santo, y esto debe acaparar toda nuestra concentración.
Más si bien es cierto esto, cuando una herejía se introduce en el pueblo, el que levanta la voz o los que la levantan a favor de la verdad, lo hacen por mandato divino y luego de dar el toque certero la grey debe decidir si seguir a Dios o a Baal; más el que dio el toque certero no seguirá dándolo por mucho tiempo, más el que no presté atención e hizo caso omiso será culpable de su alma por su propia decisión.
En Mateo 5 allí vemos las bienaventuranzas, se me refirió para el pueblo en esta hora, que luego de las bienaventuranzas comenzaron los cambios que El Eterno, Él Mismo estipuló allí en los versículos 27 al 48. Aquellos cambios duros para muchos, pero vistos por El Eterno necesarios para la salvación del mortal, fueron por Él allí declarados. ¿Cuántos en aquel momento se creían dignos por no tocar ninguna otra mujer sino la suya? pero en su vista y corazón deseando otras u otras cayeron como adúlteros en aquel renglón, cuando El Eterno estipuló esto y levantó la norma. ¿Más cambio El Eterno por esto? No; según en antaño, su norma se levanta frente a nosotros y poco a poco para que el mortal entienda Su santidad, y que sin ella es imposible agradar a Dios; si realmente deseamos ser coherederos de la patria celestial, debemos luchar por levantar la norma y no rebajarla bajo nuestros propios razonamientos.
La mujer fue puesta para varios servicios en las filas del Eterno; más ésta escala por voluntad propia, inducida por el enemigo de las almas y apoyo de los que van en contra de Dios, a ser sacerdotisas, pastoras. El mundo le aplaude, el clero le aclama, más no pasa la prueba del Altísimo, y sin esto, la vida eterna es denegada al que abiertamente procede de tal manera ante Dios y sus requerimientos. La luz llegó al mundo cuando más densas las tinieblas fueron, y no por eso las tinieblas se aventajaron pues la luz siempre triunfó y siempre triunfará. El que no admite ni acepta mujeres como pastoras, y no por eso la mujer es menos o denigrada a ojos de los demás, más tiene puesta por Dios otras funciones como la de educar niños, y que las más adultas eduquen a las más jóvenes, etcétera. Así éstas cumplen fielmente esta parte y éstas heredarán la vida eterna.
Así de esa misma manera, el hombre que su carne se haya ligado a varias carnes, aunque no fuera bajo el legítimo matrimonio, aun conociendo la ley o no del Eterno, queda descalificado de los oficios de bautizar y ungir; más según la mujer que no puede y le es ilícito aspirar al puesto de ser sacerdote, pero si puede hacer otras labores en la viña del Eterno; asimismo, el varón con estas indicaciones tiene un campo amplio donde laborar en la viña del Señor; y con humildad y sumisión ante El Eterno, resguardando los pensamientos, razonamientos y sentimientos en Cristo Jesús para así no caer presos de la misma trampa que ha puesto el enemigo de las almas en la mujer, de querer escalar a un puesto que no le corresponde, no por prerrogativa humana sino más bien por mandato divino, a sí mismo el hombre debe hacer.
He escuchado personas que se catalogan como mártires, éstos dicen: como yo no saldré de la ciudad, esa es mi calificación. Y otros, he escuchado calificarse como que son ya 144 mil porque han salido al campo. ¿Más quién es el mortal para declarar esto? ¿acaso daremos consejo al Altísimo e impondremos nosotros pensamientos en sus pensamientos? Oh, si el mortal supiera lo que es estar ante la presencia del Eterno y sentir que sus ojos nos ven; y sintieran lo que se siente estar ante la mirada divina, no se envalentonarían y entrarían en terreno prohibido, y no se dieran libertades que no les corresponde.
Se me ha dictado también alzad la voz referente a que algunos se confieren la sabiduría y poder para decirle a otros quien se salvará y quien se perderá. Nunca ningún mortal esto haga, porque grandes sorpresas están y estarán frente a vosotros, y el que crea estar salvo éste perderá su vida. Solo en el cielo existen los libros que realmente cuentan ante esto, y ningún mortal tiene prerrogativa en esto.
Otro punto que se me ha pedido hablar en esta hora, es la práctica de la carne santificada. Muchos la practican en forma abierta: en que una vez salvo siempre salvo. Más otros la practican solapadamente, aún a veces sin darse cuenta: en que luego de bautizarme el viejo hombre quedó atrás, y ahora todo me es lícito en la viña del Señor, me es lícito todo lugar en su obra. Más como se me ha explicado antes de esto y así lo he expuesto, de esta misma manera obran aquellos que aspiran a lugares, o están puestos por otros, o ellos mismos, a lugares que El Eterno los exime, ya que el Señor en su infinita sabiduría sabe a ciencia cierta el porqué de todo esto.
Se me ha dejado saber que también refiera esto. El niño no reconocerá ni entenderá el rol de padre hasta que él mismo sea padre. Así mismo el que no ha sido fiel con su cuerpo, con su prójimo y con Dios no podrá entender a cabalidad la fidelidad de Dios para su pueblo. La podrá visualizar más carecerá de dicha experiencia, podrá ser usado por Dios y destacado en muchas otras áreas, más sólo por revelación divina podrá apropiarse de la visualización de ésta.
Según Coré, éste aspiraba en el antaño a un puesto que el mismo Dios calificó que no le correspondía; y conocemos el fin de esto, así obra el temerario en su corazón al ponerse delante del Eterno lo que no le confiere. Un hombre que le gusten los niños pero que nunca ha sido padre biológico, nunca sentirá lo mismo que el padre biológico; esto, porque el que nos creó lo hizo y lo estipuló así.
Estas palabras se me han dado para exponerlas al pueblo en esta hora y fielmente las comparto, no aspiro a nada en esta vida sino a caminar tras las huellas del Maestro; entienda o no entienda sus mandatos, le sigo y le seguiré por donde quiera que Él me lleve y animo a todos a que le sigan de igual manera. Sólo Él estuvo entre nosotros y fue a la diestra de Su Padre, y sólo Él conoce el verdadero camino y no ningún mortal; analicemos hoy a conciencia a quien nos inclinamos a seguir, si al Eterno o al mortal. Quiera Dios, es mi ruego y oración que sigamos al Eterno, y seamos librados de la tempestad que nos arrecia en esta ahora. Que El Eterno nos bendiga.
Mateo 5:27-48
27. Habéis oído que fue dicho por los antiguos: No cometerás adulterio:
28. Mas yo os digo, que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
29. Por tanto, si tu ojo derecho te escandalizare, sácalo, y échalo de ti, que mejor te es que perezca uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea lanzado en el infierno.
30. Y si tu mano derecha te escandalizare, córtala, y échala de ti: que mejor te es que perezca uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea lanzado al infierno.
31. También ha sido dicho: Cualquiera que repudiare a su esposa, dele carta de divorcio:
32. Mas yo os digo, que el que repudiare a su esposa, a no ser por causa de fornicación, hace que ella cometa adulterio; y el que se casare con la repudiada, comete adulterio.
33. Habéis oído que fue dicho a los antiguos: No te perjurarás; mas pagarás al Señor tus juramentos.
34. Yo pues os digo: no juréis en ninguna manera: ni por el cielo, porque es el trono de Dios;
35. Ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalem, porque es la ciudad del gran Rey.
36. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer un cabello blanco o negro.
37. Mas sea vuestro hablar: sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.
38. Habéis oído que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente.
39. Mas yo os digo: que no resistáis al mal; antes a cualquiera que te diere un bofetón en tu mejilla derecha, vuélvele también la otra;
40. Y al que quisiere ponerte a pleito y quitarte tu túnica, déjale también la capa;
41. Y a cualquiera que te forzare a ir una milla, ve con él dos.
42. Al que te pidiere, dale; y al que quisiere tomar de ti prestado, no le rehuses.
43. Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.
44. Mas yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;
45. Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en el cielo: que hace que su sol salga sobre malos y buenos; y envía lluvia sobre justos e injustos.
46. Porque si amareis a los que os aman, ¿qué galardón tendréis? ¿No hacen también así los publicanos?
47. Y si saludareis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los publicanos?
48. Sed pues vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto.